El reto del perdón

El reto del perdón, la llamada constante que Jesús hace en el Evangelio, para tratar con misericordia a todos los que nos rodean y confiar en la bondad del corazón de los demás. Hay veces que lo que sale de nuestro corazón no son ni buenos sentimientos ni acciones, porque dejamos que aflore lo peor que hay dentro de nosotros. La maldad del hombre nos lleva a nuestra propia destrucción, lo estamos viviendo cada día con las guerras que hay en el mundo, las que son primera noticia y las que también son silenciadas. La guerra es un drama para toda la humanidad, lo mismo que cada injusticia que un hombre comete con un semejante, por muy pequeña que sea. Estamos viendo multitudes de acciones humanitarias gracias a los medios de comunicación y redes sociales, donde la bondad del corazón se hace más fuerte que el odio y la venganza; y donde los seres humanos somos capaces de mostrar nuestro lado más sensible y humano incluso a los enemigos. Verdaderas acciones y testimonios de vida que hablan por si solos. Perdonar siempre nos lleva a seguir creyendo en el hombre y en la bondad que atesora en su corazón.

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La calma de la oración

El Señor Jesús nos invita a la calma y a la serenidad. En las últimas semanas antes de morir en la cruz se mantuvo en paz y tranquilidad, sabiendo que tenía que cumplir la misión que Dios Padre le había encomendado. Para eso todas las mañanas, antes de que saliese el sol, se iba a orar a la montaña, Él solo, para tener ese momento tan necesario de encuentro con el Señor. Dios es quien nos llena con su presencia; ésta es necesaria para el día a día, que trae también sus propios agobios, y que van llenando nuestra vida de alegrías y sinsabores. Hemos de encajar con rapidez cada vivencia, para que nuestra vida espiritual no se vea afectada por tantos sentimientos encontrados que experimentamos y vivimos cada día. Todo suma, tanto para bien como para mal. Si en la oración no descansamos en el Señor, siempre estaremos cansados, abatidos, sintiendo especialmente el vacío que va inundando nuestra alma, porque se va desgastando con el paso del tiempo y la acumulación de vivencias. Somos conscientes de la importancia de pararse, de llenarse nuevamente de Dios, de renovar nuestras esperanzas en Él, porque si no al final, nuestra vida deja de tener sentido y nos vemos envuelto en un círculo vicioso nada saludable para nuestra interioridad.

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Unido a Dios

No es fácil ser cristiano; vivir el Evangelio con fidelidad es demasiado exigente y no basta solo con pertenecer a la Iglesia y estar mucho tiempo dentro de ella. La primera conversión que uno vive, que es la que te acerca en primer lugar al Señor, es importante, pero no puede ser la única; necesitamos muchísimas más conversiones para que nuestro contacto con el Señor sea fructífero y podamos estar en Gracia de Dios constantemente. Para ello necesitas tener tu alma bien preparada, siempre joven para escuchar lo que el Señor te está diciendo en cada momento; para poder invocarle y adentrarte en su presencia, que todo lo envuelve; para discernir qué es lo que anda mal en tu vida y necesitas convertir, transformar; para saber pedir perdón a través del sacramento de la confesión y a los hermanos, a los que, en la convivencia diaria, a veces, no tratas con amor. 

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La abstinencia cuaresmal

Primer viernes de Cuaresma. Una oportunidad inmejorable para darle un gran empujón a tu vivencia espiritual en este desierto cuaresmal. Día donde la Iglesia nos invita a la abstinencia de no comer carne. Es fácil pensar que no es sacrificio porque gracias a los medios que disponemos hoy en día, tenemos acceso a verdaderos manjares que no tienen nada que ver con la carne, y que hacen que podamos comer incluso mucho mejor que con carne. La abstinencia de comer carne tenía mucho más sentido si nos remontamos a épocas pasadas porque tenía un sentido de mortificación, pues abstenerse de comer carne en lugares donde difícilmente llegaban alimentos de calidad, suponía tener que comer durante el día verduras o pescado, generalmente de baja calidad. Por eso hoy en nuestros días la abstinencia de comer carne la debemos plantear como obediencia a la Iglesia y gesto de comunión con la doctrina de fe que nos transmite. Y mucho más en el tiempo de Cuaresma que es un tiempo propicio para la conversión.

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Ama a la Iglesia sin juzgar ni criticar

Todos tenemos nuestras luces y nuestras sombras; sabemos de nuestras limitaciones, debilidades y pecados que nos hacen caer en la tentación o dejarnos llevar por multitudes de situaciones que no nos complican la vida y nos hacen vivir más placenteramente; también sabemos de nuestras luces y virtudes que nos permiten sacar lo mejor de nosotros mismos y dar nuestra mejor versión cuando nos lo proponemos, sobretodo cuando lo hacemos desde el amor verdadero. Así somos y así es como nos presentamos ante los demás. La vida no está exenta de dificultades en la convivencia, en el caminar diario con quien tenemos a nuestro lado. Cuanta mayor facilidad tengamos para aceptar a los otros, mucho mejor caminaremos y avanzaremos construyendo comunidad y buscando el bien del hermano, a pesar de que se equivoque o no actúe como nosotros esperamos. Gracias al perdón, a la misericordia y a la comprensión somos capaces de realizarlo.

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Una llamada al cambio

Solemos decir que el mundo está mal y que nuestra sociedad ha perdido los valores, aquellos que desde siempre se han vivido y son nuestras señas de identidad. Personalmente estoy abierto a los cambios y creo que el progreso llega a una sociedad cuando ésta es capaz de cambiar y avanzar, pero no a cualquier precio. Los cambios para que sean verdaderos no pueden ir contra natura, tampoco se pueden forzar. Todos tenemos claro que las prisas no son buenas porque hacen que todo se precipite y no siempre salen las cosas como queremos, pues estamos acelerando los procesos naturales del cambio y todo termina escapando de nuestro control. Para que una sociedad cambie es necesario respetar los ritmos, siendo pacientes y acomodando las nuevas ideas y formas de vida a las transformaciones que se van produciendo poco a poco con el paso del tiempo. Por eso cambiar las mentalidades cuesta tanto trabajo, porque no es un trabajo que se hace solo de palabra y en un momento puntual, sino que es un proceso lento que se va dando con el paso del tiempo y de los acontecimientos, que va calando poco a poco según las vivencias.

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Comulgar en Gracia de Dios

Frecuentemente experimentamos lo difícil que resulta hacer camino con los demás, aceptarlos tal como son; cuántas veces nos quejamos de ellos, de sus defectos, de sus fallos, de sus incoherencias, de sus propias pobrezas, y decimos que nos cuesta trabajo avanzar con ellos, vivir unidos en el corazón, aceptarlos tal y como son. ¡Cuántas veces los hermanos se convierten en una cruz en nuestra vida! Que en estos momentos te ayude tu fe, y, sobre todo, encuentres la luz para saber hacer lo correcto y mirar con amor a los hermanos, no lanzándote a esos juicios desmedidos que destruyen y que provocan a tu alma quitándole la paz y la serenidad.

Hay veces que no entendemos porqué Dios nos manda las cosas y qué es lo que quiere de nosotros en nuestra vida. Le preguntamos y no obtenemos respuestas y ante esta situación entramos en una dinámica de agitación y nerviosismo que también nos impide estar en paz. Aunque la teoría la sabemos perfectamente, sentimos que ponerla en práctica nos cuesta bastante porque nos vemos superados por tantas situaciones dolorosas que nos confunden y hacen que nuestra vida se tambalee.

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Un lenguaje común

¡Qué importante es tener un lenguaje común! Seguro que en más de una ocasión te ha ocurrido de estar en una discusión con alguien, intentando hacerle ver lo que tú piensas, y con el paso de la discusión o al momento después te has dado cuenta de que estabais los dos diciendo lo mismo pero con distintas palabras. Lo mismo nos ocurre también con las acciones que realizamos. Muchas veces usamos caminos distintos, todos válidos, para llegar al mismo fin. No hay camino mejor ni peor, porque cuando uno actúa con recta intención, lo hace con todo lo bueno que posee para intentar conseguir el objetivo, y, por el camino hacer todo el bien que pueda. Hay veces en las que cuando estamos viendo a los demás cómo hacen las cosas o cuando nos las están contando, pensamos que nosotros lo haríamos mejor o que la manera de proceder que tenemos es mucho más eficaz que la suya. No te dejes llevar por este tipo de prejuicios, porque lo único que hacen es empobrecerte, pues cierran tu corazón y tu alma al dejarse enriquecer por lo bueno que los otros también te pueden ofrecer.

Después de años de experiencia y de camino en la Iglesia, he experimentado, en primera persona y en muchos lugares y grupos con los que he estado, lo celosos que somos de nuestras “parcelitas”, de lo nuestro, no siendo, por lo tanto, instrumento de comunión dentro de la Iglesia para los hermanos. La meta que tenemos es común: Jesucristo; y bien es cierto que como dice el apóstol san Pablo: «Hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de actuaciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos.» (1 Cor 12, 4-5). Cada uno tenemos carismas, ministerios y formas de actuar distintas, pero no nos podemos olvidar de que tenemos un mismo Dios que nos habla en un único lenguaje: El Evangelio. Por eso estamos llamados a tener un lenguaje común que nos permita entendernos y buscar la comunión en nuestra forma de evangelizar y de poner en práctica la Palabra de Dios, para que así nuestras comunidades cristianas sean referentes en medio de nuestra sociedad.

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