Unido a Dios

No es fácil ser cristiano; vivir el Evangelio con fidelidad es demasiado exigente y no basta solo con pertenecer a la Iglesia y estar mucho tiempo dentro de ella. La primera conversión que uno vive, que es la que te acerca en primer lugar al Señor, es importante, pero no puede ser la única; necesitamos muchísimas más conversiones para que nuestro contacto con el Señor sea fructífero y podamos estar en Gracia de Dios constantemente. Para ello necesitas tener tu alma bien preparada, siempre joven para escuchar lo que el Señor te está diciendo en cada momento; para poder invocarle y adentrarte en su presencia, que todo lo envuelve; para discernir qué es lo que anda mal en tu vida y necesitas convertir, transformar; para saber pedir perdón a través del sacramento de la confesión y a los hermanos, a los que, en la convivencia diaria, a veces, no tratas con amor. 

Dios siempre viene a nuestro encuentro cada vez que lo invocamos. ¡Qué hermoso es sentirte cuidado por Él! El Señor siempre nos escucha, siempre atiende nuestras necesidades, especialmente cuando nuestro corazón se postra ante Él, arrepentido y humillado. Dios quiere adentrarse en nuestra vida para liberarnos del todo aquello que es malo, para llenarnos de todo lo bueno que puede darnos, y que así nuestra vida espiritual sea fuerte, viva, llena de grandes momentos de encuentro gozoso con Él. El vivir deseando encontrándote con el Señor fortalece tu fe. ¿Cuál ha de ser la máxima aspiración del cristiano? Vivir siempre con Dios. Es todo un reto, porque el Señor no se conforma solo con eso, lo quiere todo de ti. Si quieres sentirle y reconocerle vivo en todo momento, has de estar dispuesto a nuevas conversiones, nuevos retos, escucharle con más atención, lanzarte a lo que el Espíritu te sugiera y sobre todo dejarte llevar por Él a donde considere, viviendo en la incertidumbre del mañana, pero con la plena confianza de que es el Señor quien te guía, quien te lleva en sus manos y por eso tu corazón no tiembla ni tu fe se desvanece.

Esta es la mayor seguridad que puedes vivir y la certeza más verdadera que puedes tener en tu vida de fe: Dios no defrauda, con Él siempre llegas seguro a cualquier puerto. Tu gran tentación es quererlo todo bien controlado y seguro, saber qué es lo que te va a pasar, llevarlo todo planificado. Precisamente, el Señor no entiende de nada de esto. Aún te quedan muchos caminos por recorrer y muchas cosas que realizar en el nombre del Señor. Aparta a un lado tu soberbia y sé dócil, a todo lo que Dios quiere sugerirte. ¿Ves la importancia de las pequeñas conversiones? Por naturaleza solemos revelarnos y decirle a Dios por dónde queremos caminar: «Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos» (Is 55, 8). Ya el Señor nos lo advierte desde antiguo. Hemos de estar dispuestos a que el Señor llene nuestras vidas para que el Señor crezca y cada uno disminuyamos.

Así es como nos identificaremos cada vez más con Cristo y podremos llegar a ese grado de unión que tanto anhelamos y que nos permite ser santos. Que esta sea tu aspiración: santificarte en lo que haces cada día. Que es lo mismo que servirte de todo lo que realizas y vives para mantenerte y estar en la presencia de Dios. Como bautizado puedes conseguirlo, porque el Señor nos ha regalado la Gracia Divina para que nos sirvamos de ella y estemos siempre con Él. Lo importante es saber mantenerla intacta. Al principio cuesta, cuando entramos en un ritmo de vida espiritual constante y fuerte, resulta más fácil, porque los hábitos que adquirimos todos van encaminados en la misma dirección: estar con el Señor; y las tentaciones que nos asaltan nos resultan más fáciles de vencer cuando entramos en esta dinámica. Deja que el fuego del amor te invada, para que queme todo lo malo y te purifique el alma, y así tengas elementos suficientes en tu vida de fe que te permitan seguir reavivando ese fuego de conversión. Vivir en santidad es todo un reto, que con la ayuda de Dios es posible alcanzar. Basta estar dispuesto y tener una vida intensa de oración que te ayude a marcarte estas grandes metas espirituales que te harán sentir que merece y mucho la pena estar con Cristo. ¡Ánimo, tú puedes!