La fuerza del abrazo

Dar un abrazo sincero sintiendo que compartes la alegría del Señor Jesús que está vivo y al que de manera especial sientes cuando comulgas y lo adoras en el Santísimo Sacramento.

Si algo tengo claro en mi ministerio es la importancia de la Eucaristía y de lo necesaria que es para la vida del creyente. La Adoración Eucarística es vital, especialmente en medio de este mundo donde vivimos con tantas prisas y donde, a veces, somos tan incapaces de detenernos y hacer silencio para escuchar lo que Jesús nos tiene que decir. Contemplar a Cristo Eucaristía nos permite tomar conciencia de nuestra propia realidad y estar abiertos a esos cambios que nos va sugiriendo; el Señor quiere seguir estando presente en nuestra vida. Este es el primer abrazo que Jesús da a tu corazón encendido, y que te hace ir al encuentro de tu hermano con una sonrisa en la cara y en el alma, expresando toda la vida y el amor que Él te da.

Es cierto, no todos los abrazos son iguales. El que das desde la fe es distinto porque va cargado de una experiencia que te ha transformado desde el Amor de la Cruz, con una mirada distinta, porque ya ves tu existencia de una manera distinta. En ese abrazo estás expresando la sintonía, la comunión y la presencia de Dios en el otro; porque él te ha abierto el corazón con mucha generosidad y tú lo has recibido con ese agradecimiento del que regala gratis lo que ha recibido gratis. Y, cuando abrazas es Dios el que abraza a Dios, porque desde la fe es cuando transmites en ese contacto físico todo un sentir y un estilo de vida que quieres seguir haciendo tuyo.

Así lo expresa el apóstol San Pablo: «Saludaos mutuamente con el beso santo. Os saludan todos los santos» (2 Cor 13, 12). No es un beso, no es un gesto físico solamente; lo que te quiero ofrecer es algo más profundo e íntimo: es mi experiencia de fe y de encuentro con el Señor. Quiero con este abrazo ser expresión de la comunión de los hermanos que beben del mismo cáliz y que son capaces de seguir abriendo el corazón cada vez que se juntan para orar y transmitir tantas gracias como el Señor regala cada día. Y lo hago en hermandad y por amor al Señor. Siendo muy consciente de que yo no soy nada, sino que todo es de Él. Quiero junto a ti seguir diciendo «que el Poderoso ha hecho obras grandes en mi» (Lc 1, 49) porque la fe nos está permitiendo vivir momentos maravillosos en su presencia y no lo podemos dejar de transmitir.

Por eso el abrazo es distinto, porque muestra la fuerza de la fe y de ese amor que Jesús sigue poniendo en tu corazón. Y entonces te das cuenta de que tu corazón también arde junto con el de tu hermano (cf. Lc 24, 13-35) y la luz se hace visible en la mirada, en la sonrisa, en la alegría del encuentro y en el abrazo sincero y lleno de amor y fe que en ese momento le estás entregando al hermano en el nombre del Señor.

Hay que vivirlo para sentirlo. No se puede entender si no lo experimentas en primera persona. Te puede sorprender, e incluso muchas veces los prejuicios te pueden condicionar a la hora de pensar y valorar lo que tus ojos ven. Es la alegría del Señor la que se hace presente en ese momento, y ya sabes, el amor de Dios no tiene fronteras, siempre las supera; rompe los esquemas y hasta para muchos se convierten en amenaza, pero nada más lejos de la realidad, simplemente es expresar lo que alma tiene dentro y que fluye y nace solo. Una imagen vale más que mil palabras, y el abrazo sincero se percibe, porque se transmite solo. No hay que fingir, todo fluye de una manera natural, porque se habla desde el corazón y es la fe la que transmite ese amor de Dios que se palpa en la alegría del compartir.

No dudes en abrir tu corazón y ser sincero en todo lo que haces, para que así tu forma de abrazar sea más auténtica y muestre todo el amor y ternura que llevan en tu interior. Del resto ya se encarga el Señor porque aquí estamos para servirle. Gracias por esos abrazos que llenan el corazón y que te hacen sentir la alegría de vivir la fe en comunidad, contando todas las maravillas que el Señor sigue haciendo en ti.

Es verdad, no todos los abrazos son iguales.