Pasar por el mundo haciendo el bien

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Y pasó por el mundo haciendo el bien (cf. Hch 10, 38). Así habla de Jesús el apóstol san Pedro en casa de Cornelio antes de bautizarlo junto a toda su familia, que siempre toma la iniciativa y va por delante de nosotros. Él se fija en cada uno, nos llama por nuestro nombre y nos invita a seguirle. No sabemos por qué, solo que quiere que vayamos con Él y seamos parte de su misión. Jesús confía en ti y por eso te ha elegido. Es cierto que a veces te puedes considerar indigno o pensar que no estás a la altura (eso me pasa a mí también), pero Jesús espera grandes cosas de ti y te quiere a su lado. Por eso es importante estar atento, porque cuando el Señor pasa por tu vida espera tu respuesta, tu reacción y ha de ser inmediata, porque está pasando a tu lado y has de sumarte a su séquito o quedarte en lo tuyo.

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Instrumento de la Palabra

Los discípulos se nutrían constantemente de la Palabra de Jesús. Había veces que la entendían con claridad y otras que necesitaban que el Señor Jesús se la explicase a parte. Necesitaron un proceso de formación y acompañamiento por parte del Maestro que tuvo su culmen en Pentecostés. La sabiduría que adquirieron no llegó por ciencia infusa, sino porque realizaron un camino y fueron testigos de todo lo que el Señor realizó y enseñó. Así es como tiene que ser nuestra vida de fe; un camino al lado de Jesús, dejándolo todo para seguirle. Este es el primer paso que hay que dar: estar disponible, hacer que el corazón y el espíritu no tenga ninguna predisposición, sino dejarse llevar por Jesús y estar decidido a seguirle con fe. Hay veces que la confianza disminuye ante las situaciones de la vida que se presentan; el no saber qué hacer; no tener ciertas seguridades; tener que aceptar las debilidades de los hermanos para poder caminar juntos a veces resulta muy complicado. El Señor Jesús te invita a perseverar, a no desfallecer. Escucha con atención lo que cada día te dice a través de su Palabra y aliméntate de ella. En cuanto la Palabra de Dios deja de ser alimento para el alma comenzamos a flaquear; los defectos de los hermanos se hacen más grandes a nuestra mirada y nos empezamos a separar de ellos; las tentaciones se hacen más frecuentes y caemos en ellas, movidos por ese deseo de supervivencia y comodidad que nos lleva a no complicarnos la vida por los otros y empezando a ser espectadores de lo que ocurre a nuestro alrededor, sin tomar partido en ello.

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Ama a la Iglesia sin juzgar ni criticar

Todos tenemos nuestras luces y nuestras sombras; sabemos de nuestras limitaciones, debilidades y pecados que nos hacen caer en la tentación o dejarnos llevar por multitudes de situaciones que no nos complican la vida y nos hacen vivir más placenteramente; también sabemos de nuestras luces y virtudes que nos permiten sacar lo mejor de nosotros mismos y dar nuestra mejor versión cuando nos lo proponemos, sobretodo cuando lo hacemos desde el amor verdadero. Así somos y así es como nos presentamos ante los demás. La vida no está exenta de dificultades en la convivencia, en el caminar diario con quien tenemos a nuestro lado. Cuanta mayor facilidad tengamos para aceptar a los otros, mucho mejor caminaremos y avanzaremos construyendo comunidad y buscando el bien del hermano, a pesar de que se equivoque o no actúe como nosotros esperamos. Gracias al perdón, a la misericordia y a la comprensión somos capaces de realizarlo.

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Perseverar en la oración

Tener fe en Dios es el mayor de los tesoros que tenemos en nuestra vida y que debemos de cuidar, pues bien sabemos que en cuanto nos descuidamos, nos enfriamos y lo que hoy vemos con total claridad, mañana es posible que no sea tan claro y dudemos o reneguemos de lo que hoy es totalmente certero. Para mantener nuestra fe es imprescindible cuidar nuestra oración personal, ya que nos permite encontrarnos con Dios, alimentarnos espiritualmente y fortalecer nuestras creencias desde la interiorización y el corazón. Si algo necesita nuestra oración es dedicación y tiempo. A Dios no podemos ir con prisas, con nuestras prisas; sino que tenemos que “gastar” tiempo con el Señor para entrar en ese cauce de comunicación donde todo fluye, y nosotros hablamos a Dios, pero sobre todo Dios nos habla a nosotros. Hay que hacer silencio en la mente y en el corazón para escuchar lo que Dios nos tiene que decir.

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Eres instrumento del Señor

Si hay algo que no nos gusta a nadie es sentirnos utilizados por otro para su propio beneficio. Hay muchas personas en nuestra sociedad, y quizás también en nuestros entornos, que suelen aprovecharse de los demás para su propio beneficio. A estas personas las solemos catalogar como gente sin escrúpulos, pues no tienen ningún problema en escalar y conseguir sus metas a costa de los demás.

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