¿Qué quieres que haga por ti?

Cuántas veces queremos y no podemos. Son muchas las situaciones de nuestro entorno que nos gustarían cambiar para que todo marchara mejor; para que las personas que nos rodean fueran más felices; para que todos pudiésemos vivir en las mismas condiciones e igualdad de oportunidades; para que cesen las injusticias y las divisiones entre los hombres. A veces contemplamos con resignación e impotencia lo mal que van las cosas, la pobreza y la debilidad del ser humano, que llega a cometer verdaderas barbaridades y ser cómplice de la injusticia. Por el deseo de acaparar, de ser y tener más, el ser humano no pone fin a su egoísmo ni a su deseo de poder. No utilizar a las personas para los propios fines es un acto de generosidad que engrandece a las personas, especialmente a las que tienen mayores puestos de responsabilidad.

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Dios te ha elegido

No lo dudes, Dios te ha elegido para que hagas cosas grandes en su nombre. Siéntete elegido por Él para transmitirle en todo lo que hagas. Ya se que a veces no es fácil, porque son muchas las situaciones que te rodean y que acallan a Dios. De eso se encarga muy bien el ruido que te envuelve, las voces que hay a tu alrededor y dentro de ti. Hoy en día cuesta trabajo hacer silencio, siempre necesitas algo que suene cuando estás solo: música, radio, televisión…, con tal de no escucharte a ti mismo. Que esto no sea un impedimento para no oír su voz, para no abrirle tu corazón y entender con claridad cuál es tu misión, qué es lo que el Señor espera de ti.

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Olvidar el pasado

Hay veces en las que nos cuesta trabajo hablar de nuestro pasado, recuerdos, …., porque preferimos no tocarlos, para no removerlos, para que no nos hagan sufrir ni amargar más, porque fueron experiencias difíciles de afrontar. Quizás haya cosas que nos han ocurrido que nos gustaría olvidar para siempre de nuestro recuerdo. Son muchas las ocasiones en las que el pasado nos golpea con fuerza y deseamos con toda nuestra alma que se borre de nuestro pensamiento para siempre.

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Perdona para ser feliz

“La ira es el veneno del alma. Si quieres se feliz un día véngate, si quieres ser feliz para siempre, perdona” (Irene Villa). Una frase que tiene mucha fuerza y sentido viniendo de una persona víctima del terrorismo, que ha sabido llenarse de perdón para poder afrontar su día a día. Ella es una luz que brilla de manera muy especial en medio de nuestro mundo. Es una de las heroínas de nuestro mundo porque es capaz de hablar desde el perdón, habiéndose visto injustamente mutilada por terroristas que le cambiaron la vida de forma radical.

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Ten deseos de Dios

Todos tenemos deseos en nuestra vida. Unos son buenos y nos hacen más personas, y otros no son tan buenos y nos hacen daño en nuestro corazón y en nuestra espiritualidad. Es muy importante conocer bien las motivaciones que cada uno tiene para descubrirte personalmente y seguir creciendo y avanzando en el camino de la vida. Conocerte a ti mismo y saber cuáles son tus anhelos más profundos te ayudarán a encontrar las motivaciones más adecuadas y a tomar las decisiones correctas a la hora de emprender tus empresas personales.

Sé consciente de la realidad que te rodea, de sus circunstancias y de la manera en las que has de afrontarlas. Busca tu mejor relación con el Señor, para que puedas hacer realidad tus propósitos. Para ello es necesario que hagas examen de conciencia que te ayude a revisar tu vida, cuáles han sido tus hábitos y las tentaciones a las que te has visto sometido. Son muchas las personas que tenemos malos hábitos y en ocasiones no somos conscientes de ellos, porque los hemos hecho forma de vida.

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Todo para Dios

Esperándote, así es como está Dios.  Él no tiene prisa, el tiempo no le pasa volando como a nosotros. Ya sabes, más que de sobra, que las prisas nunca son buenas consejeras. El ritmo de vida que llevas, tantas cosas que hacer cada día, no te permiten pararte y encontrarte con quien sabes que te está esperando. Sabes de sobra que su paciencia no tiene límites. Dios te está hablando a través de todo lo que estás viviendo. Son muchas las cosas que deseas pedirle y decirle. Son muchas las intenciones que tienes reservadas para Él, porque pedirle por tus necesidades y la de las personas que quieres y aprecias, te ayudan a seguir confiando y caminando. Pero te encuentras con un obstáculo: no tienes tanto tiempo como te gustaría para estar con Él. Es necesario que cambies tu orden de prioridades, y que, en tu ritmo tan ajetreado de vida, sepas detenerte para estar con tu Dios, que te conoce muy bien y puede darte lo que necesites en cada momento.

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La mejor defensa

Seguro que en más de una ocasión te has podido sentir bloqueado ante las situaciones que te han tocado vivir; son tan duras que mentalmente te desgastan de una manera brutal; tu mente se embota y cuesta trabajo pensar con claridad. No es fácil afrontar los momentos de angustia y de desasosiego porque las ideas van y vienen en nuestra cabeza y no paramos de dar vueltas a las situaciones que estamos viviendo. Para poder afrontar situaciones así, es muy recomendable acudir a la Palabra de Dios, porque en ella vamos a encontrar la respuesta a todas las situaciones humanas y espirituales que vivimos. Además, nos permite romper las barreras y estructuras mentales que nos hayamos podido crear en medio del fragor de esa batalla mental que producimos en nuestro interior, y, que a veces, tanto nos inquieta y agobia.

Nos dice el apóstol san Pablo: «Buscad vuestra fuerza en el Señor y en su invencible poder. Poneos las armas de Dios, para poder afrontar las asechanzas del diablo, porque nuestra lucha no es contra hombres de carne y hueso sino contra los espíritus malignos del aire. Tomad las armas de Dios para poder resistir en el día malo y manteros firmes después de haber superado todas las pruebas. Estad firmes; ceñid la cintura con la verdad, y revestid la coraza de la justicia; calzad los pies con la prontitud para el evangelio de la paz» (Ef 6, 10-15). Las pruebas siempre son duras y difíciles; casi siempre nos agitan interiormente y nos suelen quitar la paz. A veces, cuando superamos las dificultades, caemos en la cuenta de que hemos perdido demasiadas cosas en esa lucha. Por eso es importante tomar las armas de Dios, para combatir en la lucha de cada día.

Dios siempre está de nuestra parte y dispuesto a echarnos una mano. En Él siempre vamos a encontrar la fuerza, el ánimo, la esperanza y la energía necesaria para superar cada situación que nos toque vivir y afrontar. El ánimo con el que vivamos y afrontemos nuestra vida es fundamental; de él depende parte de nuestro ímpetu en el desarrollo de nuestra vida, especialmente en medio de las turbulencias en las que nos podemos ver envueltos. Perder la fe, apartarnos de Dios y dudar de Él es el mejor trabajo que hace el demonio, para debilitarnos y hacernos sucumbir. Por eso hemos de estar firmes y preparados siempre. Ninguno sabemos en qué momento llegarán los problemas, pero sí que debemos de mantener viva nuestra fe en Cristo, para que apoyándonos en Él no nos sumerjamos en las profundidades de la oscuridad, del desánimo y la desazón.

Hemos de tener siempre la armadura de la fe, para poder soportar los golpes que la vida nos da. No podemos ir a pecho descubierto, porque entonces seremos mucho más vulnerables y fáciles de atacar. Rápidamente la perderemos, porque las dudas van “desangrando” nuestra esperanza hasta que la perdemos definitivamente y nos embarga la tristeza y la frialdad del corazón, porque hemos echado a Dios de nuestra vida.

Por eso, en cuestiones de fe, necesitamos la armadura de la justicia, que nos ayuda a estar cerca de Dios y resistir esos envites tan fuertes que la vida nos da. Ya que se encarga Satanás de sembrar en nuestra vida odio, mentira, desesperanza, dudas, desilusión… para que vivamos resignados, deja que Dios llene tu vida de su amor y que así puedas sentirte más que seguro en Él y rechaces toda tentación que te venga. «Dios es amor» (1 Jn 4, 8), y este amor es la mejor arma que puedes tener. Procura tener tu corazón siempre limpio para que el Señor habite en Él, y no consientas que en ningún momento entre nada malo en Él. Ya sabes, por experiencia, que la vida es un combate y Dios es la mejor defensa. No lo pierdas.

 

Vuela alto

La vida es un regalo que Dios nos ha hecho. Le pertenece a Él y sabemos que por más que queramos no podemos comprar ni un segundo más de ella. No podemos olvidarnos de que nuestra vida no nos pertenece, sino que es de Dios. Hay veces que nos olvidamos de ello y nos comportamos como si fuese única y exclusivamente nuestra. Dios nos ha creado y somos propiedad suya, aunque nos empeñemos en renegar de Él y en apartarle totalmente de nuestro lado para hacer lo que mejor nos parezca. Nos supera en cada una de nuestras facetas y dones y no podemos compararnos con Él en nada. El deseo de Dios cuando puso en manos del hombre toda la Creación fue: «Sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que se mueven sobre la tierra» (Gn 1, 28). Les encomienda actuar y hacerlo con buen sentido, desde la responsabilidad. Cuidando todo lo que les rodea, no solo la naturaleza, sino también las relaciones personales, dominando los animales, pero nunca a sus semejantes. Ningún ser humano debe estar ni por encima ni por debajo de nadie. Todos somos iguales ante Dios porque somos sus hijos. Y el amor debe de ser el motor de nuestra vida.

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Sin resentimientos

Seguro que a lo largo de tu vida has sufrido desencuentros con personas y te has llevado desengaños importantes, que te han hecho sufrir y han ido forjando una coraza en tu interior. Es importante quitarse la coraza para amar de verdad y de corazón a los que te rodean, aunque por propio instinto de supervivencia y para no sufrir, nos ponemos la coraza para evitar recibir más daño. La capacidad de perdonar y de olvidar nos ayuda a eliminar todo tipo de resentimiento que puedas tener en tu interior, para que así tu vida de fe y tu relación con el Señor no se vea resentida. Nos dice el apóstol san Juan: «Si alguno dice: “Amo a Dios”, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve»(1 Jn 4, 20). Hemos de tener una correspondencia entre lo que creemos, decimos y vivimos. Este triángulo debe de tener una simbiosis perfecta para que nuestra vida sea coherente y vivamos verdaderamente en paz con Dios, sin ningún tipo de resentimiento en nuestro interior.

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