Dios te ha elegido

No lo dudes, Dios te ha elegido para que hagas cosas grandes en su nombre. Siéntete elegido por Él para transmitirle en todo lo que hagas. Ya se que a veces no es fácil, porque son muchas las situaciones que te rodean y que acallan a Dios. De eso se encarga muy bien el ruido que te envuelve, las voces que hay a tu alrededor y dentro de ti. Hoy en día cuesta trabajo hacer silencio, siempre necesitas algo que suene cuando estás solo: música, radio, televisión…, con tal de no escucharte a ti mismo. Que esto no sea un impedimento para no oír su voz, para no abrirle tu corazón y entender con claridad cuál es tu misión, qué es lo que el Señor espera de ti.

Él te ha elegido desde el vientre de tu madre. Sabe lo que eres capaz de hacer y de dar de sí. Sabe que cuando quieres puedes, que cuando te propones algo eres perseverante, porque la ilusión en ti es grande y tienes empuje, más de lo que tu te imaginas. Déjate llevar por Jesús que confía en ti. Sé su instrumento de comunión, para que allá donde estés se pueda poner en práctica la Palabra de Dios, fuente de donde bebe la comunidad, de donde bebemos todos los creyentes. No se puede entender tu vida cristiana sin el contacto con esta Palabra que ilumina tu caminar. Por eso el Señor se ha fijado en ti, porque cuando sacas todo lo bueno que hay en tu interior eres capaz de hacer cosas maravillosas por Él; eres capaz de poner tu corazón y dar rostro al amor que Dios nos tiene, porque somos sus hijos.

No te prives de esta experiencia tan hermosa. No sacrifiques al Señor por tantos momentos de comodidad, de pasividad, de pensar en ti mismo y solo en ti, de indiferencia ante lo que te rodea…, porque justo a tu alrededor está Dios, esperándote, queriendo ver esos gestos tan hermosos llenos de amor y de disponibilidad, y que ayudan a transformar el entorno en el que te encuentras. Ese es tu granito de arena, el que tienes que sumar, el que tiene que enriquecer el montón, engrandecer a la comunidad. Quizás pienses que es insignificante, que lo que tú haces no sirve para nada, no se nota, no va a cambiar las cosas. Creo que te equivocas. Tu granito brilla de una manera más especial cuando lo llenas de amor verdadero, de la presencia de Dios. No te preocupes por el brillo, eso déjaselo al Señor, que sabe cuándo lo debe hacer brillar con más fuerza. Insístete a ti mismo, construye comunidad, da la vida por los demás siguiendo el ejemplo del Maestro, que por ti es por donde se comienza a escuchar el rumor de Dios. Créetelo de verdad y no dejes de confiar en el Señor.

Siéntete acompañado de Dios, y llévalo contigo a tu encuentro cotidiano con los hermanos. Si todo lo haces por Jesús harás realidad lo que Él nos dice en el Evangelio: «Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt 18, 20). Y estando Jesús presente, actúa en nuestras vidas, hace que nuestro corazón arda, como el de los discípulos de Emaús, y tu vida y la de quienes están contigo empieza a cambiar, empezando por los pequeños gestos, las buenas palabras, la facilidad para perdonar, para no juzgar ni criticar a nadie.

Los cambios no vienen por grandes acontecimientos, empiezan en el silencio, en lo escondido, donde aparentemente nadie se entera. Así se va creando un estilo de vida distinto que poco a poco puede ir llegando a los demás. No esperes a que los demás den el paso. Sé tú el primero, lánzate a los brazos de Jesús para amar sin medida a todo el mundo, para entregar tu vida sacando lo mejor de ti sin esperar nada a cambio. Jesús te ha llamado por tu nombre, sigue confiando en ti porque sabe de tu valía.

Alaba y bendice al Señor junto con el rey David, que comprendió que el Señor lo amó desde que fue concebido en el vientre de su madre: «Tú has creado mis entrañas, me has tejido en el seno materno. Te doy gracias porque me has plasmado portentosamente, porque son admirables tus obras: mi alma lo reconoce agradecida, no desconocías mis huesos. Cuando, en lo oculto, me iba formando, y entretejiendo en lo profundo de la tierra, tus ojos veían mi ser aún informe, todos mis días estaban escritos en tu libro, estaban calculados antes que llegase el primero» (Sal 139, 13-16).

Es verdad, Dios te ha elegido para que hagas cosas grandes en su nombre. ¡Bendícelo y ámalo!