Corazón de carne

Tener un corazón de carne y no de piedra, sensible, comprensivo, generoso, comprometido, servicial, dispuesto a dar la vida. Tener una fe inquebrantable, que, aunque pase lo que pase siempre está firme y anclada en el Señor. Los retos desde luego son difíciles y para eso están, para superarlos y conseguirlos; para dar pasos en la buena dirección; para no dejarte vencer por la pereza, la apatía y la dejadez y superarte cada vez más. Es necesario estar decidido a esforzarse porque las cosas no vienen por si solas, hay que trabajárselas día a día para obtener la recompensa. En la vida espiritual tenemos muchas herramientas para ayudarnos de ellas y llegar a conseguir nuestros propósitos. ¿Cuáles son tus muletas, en las que te apoyas día a día?

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Eres barro y Dios te quiere roca

Somos de barro y frágiles. Por muy invencibles, fuertes y autosuficientes que en ocasiones nos creamos, no somos nada. “Polvo eres y en polvo te convertirás”, nos decían el Miércoles de Ceniza, para recordarnos nuestra vulnerabilidad. Esta se hace efectiva en nuestras limitaciones diarias y en nuestra incapacidad de ver más allá de nosotros mismos en multitud de ocasiones. Es importante tomar conciencia de nuestra vulnerabilidad para que la necesidad de Dios sea efectiva en nuestra vida. No todo vale, y es cierto que, en ocasiones, cuando nos relajamos nos resulta muy fácil dejarnos llevar, alejarnos de Él y sufrir un grave prejuicio en nuestra vida. Reconocer mi incapacidad es dar un gran paso de humildad que nos predispone para que nuestra conversión sea auténtica y con efecto inmediato. Porque no podemos posponer nuestro cambio constantemente. No podemos dar largas al Señor, al Dios de la vida, que está siempre pendiente de ayudarnos y regalarnos la felicidad en lo que vivimos y realizamos.

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Ser santo y perfecto

«Sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Díos, soy santo» (Lv 19, 2) y «sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mt 5, 48). Estas dos frases, que distan mucho en el tiempo entre sí, son dichas por Dios Padre y Dios Hijo en la Biblia y son una invitación clara a buscar la santidad y la perfección en tu día a día, sin desfallecer ni en los esfuerzos ni en los intentos. Este camino de perfección y de santidad comienza por ser justos en todo con los demás y tener rectitud de conciencia a la hora de actuar, buscando siempre el bien del otro, incluso por encima del tuyo. Son muchas las invitaciones cotidianas para que pienses en ti mismo y no te compliques la vida por nadie. El ejemplo lo tenemos muy cerquita nuestra porque vivimos en un mundo globalizado, cosmopolita, con acceso fácil a toda la información del mundo en nuestra mano y cada vez las personas estamos más aisladas en nuestros entornos y en nuestras vidas particulares. La tecnología nos permite comunicarnos en tiempo real con cualquier parte del mundo y a la vez cada vez lo hacemos menos con los que más cerca estamos.

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Dos lugares que visitar

En este fin de semana lo hemos escuchado en el Evangelio: «Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25, 40). Y es que seremos medidos por la base del amor concreto que entreguemos o neguemos. Son muchas las veces en las que nos pensamos si amar o no; actuar o no; perdonar o no; servir o no; entregarnos o no; comprometernos o no; denunciar una injusticia o no…; porque el implicarnos en primera persona y dar la vida por los demás, renunciando a nosotros mismos cuesta y es difícil de aceptar si no tenemos nuestra vida bien cimentada en Dios. Dejar que las cosas pasen sin nosotros “pringarnos” es lo más fácil, sobre todo si tenemos claro que no podemos arreglar el mundo ni cambiarlo con nuestras propias fuerzas. El reto parece utópico, y, ¿para qué vamos a gastar más fuerzas de las necesarias si sabemos y conocemos bien lo que hay a nuestro alrededor? No podemos sucumbir ni dejar que de nuestra vida desaparezca la compasión, la misericordia y la solidaridad hacia los que lo están pasando mal a nuestro lado, porque entonces endurecemos nuestro corazón y desaparece de él nuestra capacidad de amar y entregarnos al otro.

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Hoy es el Domingo de la Divina Misericordia

Hoy es el Domingo de la Divina Misericordia. Una gran oportunidad para ponernos delante del Señor y dejarnos envolver por Él, para que descansando, sintamos el alivio que nos da su amor y su perdón. Nuestra alma necesita sentirse liberada y cuidada por el Señor, para que Él la convierta en puro amor, que es la mejor manera de manifestar la misericordia. Todos estamos llamados a compartir a Cristo y su evangelio allá donde estemos. La manera que Dios tiene de manifestarnos su amor es a través de su Palabra y de los Sacramentos. Podemos decir que en el Evangelio podemos leer lo que nos dice Jesús expresando toda la Misericordia del Padre Bueno, y los signos tan preciosos que Jesús y después los apóstoles realizaron transmitiendo el amor de Dios al llevar la Buena Noticia por el mundo. También nosotros tenemos que seguir extendiendo la Misericordia de Dios a través de nuestros gestos concretos y visibles que transmiten lo invisible, acercando a todos nuestros hermanos la misericordia y la ternura de Dios, manifestada a través de nuestra persona.

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Preocuparse por los demás

Por norma general, todos nos preocupamos por las personas que nos importan y no queremos que les pase nada malo. Siempre estamos dispuestos a ayudarlas en lo que necesiten, y cuando sabemos que están pasando una mala racha o se encuentran enfermas, procuramos estar mucho más cercanos a ellas. Nos mueve siempre el amor para mostrar nuestro interés y darles ayuda y calor con nuestro cariño y cercanía. Da gusto sentirse arropado y con toda la familia a tu alrededor cuando hay un momento de dificultad, pues sentir siempre el apoyo de los tuyos y saber que puedes contar con ellos en todo momento, siempre es motivo de tranquilidad y de orgullo. También nos ocurre lo mismo con la amistad, los verdaderos amigos siempre están en lo bueno y en lo malo, y su cercanía siempre la deseamos y la necesitamos, pues son un apoyo para hablar, desahogarse, compartir… tantas vivencias y sentimientos que están a flor de piel y que al verbalizarlos nos hace sentir mucho mejor al desahogarnos.

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Es por tu bien

¡Cuántas veces siendo pequeños nos han corregido diciendo que lo hacían por nuestro bien! En su momento no nos gustó que nos corrigieran, hasta pensábamos que las personas que lo hacían estaban en contra nuestra. Con el paso del tiempo y la experiencia acumulada nos hemos ido dando cuenta que tenían mucha razón y que nos aconsejaban por nuestro propio bien. ¡Cómo hemos agradecido lo que han hecho por nosotros y la paciencia que han tenido en nuestra educación y formación como personas!

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