Dios lo da a sus amigos mientras duermen

Hay veces que vivimos en la preocupación constante. Hasta nos adelantamos a los acontecimientos y nos llenamos de ansiedad y preocupación, viviendo angustiados pensando en lo que se nos viene encima, para luego ser conscientes al poco tiempo que el Señor es quien tiene el control de la vida. No queremos que nuestra vida esté siempre llena de preocupaciones ni inquietudes, sino que la queremos vivir llena de gozo, felicidad y tranquilidad. Pero esto no depende de nosotros muchas veces, porque no elegimos los momentos ni las circunstancias. Lo que sí elegimos es cómo vivirlo y afrontarlo. Dice el salmo 127: «Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas. Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, que comáis el pan de vuestros sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!» (Sal 127, 1-2). Dios siempre quiere ayudarnos en nuestras necesidades, y si confiamos en su providencia desde luego que lo hará, porque incluso antes de que lo necesitemos sentiremos fuertemente su ayuda y amor. No se trata de controlar nuestro propio futuro, sino de ponerlo en sus manos para que nos llene de su presencia y así podamos sentirnos seguros y confiados, sensaciones fundamentales que necesitamos para mantener la calma y caminar en paz.

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Buscar lo extraordinario en lo ordinario

Buscar lo extraordinario en lo ordinario. ¡Qué difícil resulta no dejarse embaucar por la rutina y no perder el sentido de lo que estás viviendo! Poner amor en lo que haces para que todo lo hagas de corazón. Pensar en “la clave del tú”, antes que en mis propias necesidades y entregarte a los demás sin medida. No creerte con derechos adquiridos por mucho tiempo que lleves comprometido en un mismo lugar, más bien lo contrario, mostrar siempre esa actitud de servicio que te llena de humildad y te permite vivir cada día como si fuera una novedad o un novato en tu profesión. Ese miedo e incertidumbre que te invaden porque no sabes bien si estarás o no a la altura de lo que se te exige. No buscar el reconocimiento o la palmada en la espalda por los frutos de tu esfuerzo. Cuidar los espacios de tu entorno como si fuera lo más valioso que vas a tener en tu vida. No perder la sonrisa ni el entusiasmo por muy cuesta arriba que se pongan tu vida…, son situaciones extraordinarias que dan un toque muy especial a lo que tenemos que vivir.

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Cuidar al otro

Siempre nos gusta sentir cercanas a las personas que son importantes para nosotros, especialmente cuando el camino se nos hace más cuesta arriba. ¡Cuánto lo agradecemos! Nuestra condición humana constantemente necesita del alimento que supone para nuestra persona el cariño, la cercanía, la ayuda, la solidaridad, el respeto y la opinión de quienes nos son más cercanos. Por eso es importante cuidar mucho la reciprocidad en nuestras relaciones personales. Cada día las iremos enriqueciendo y consolidando con más fuerza desde la sinceridad y el amor verdadero. Podremos tener nuestros altos y bajos en nuestra entrega y apertura a los demás, todos tenemos nuestras rachas, pero, no puede ser la misma persona la que siempre está tirando del carro, porque puede llegar a desgastarse. Cuidar al otro es fundamental, y que sienta y vea que ponemos de nuestra parte y nos entregamos aunque sea en menor media por las dificultades en las que nos encontremos, también. Todos necesitamos nuestros tiempos y momentos, pero no podemos ser egoístas ni comodones; también es necesario que mostremos nuestras vivencias por muy mal que nos encontremos. Cuidar y dejarse cuidar han de ir de la mano siempre.

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Dios me tranquiliza

Los días de viento son incómodos, porque todo se revuelve y uno no está tranquilo. Cualquier cosa puede pasar y el día se transforma en desapacible e incómodo. Si estás a la intemperie es desagradable vivir el momento, pero si estás en tu casa o en un buen refugio esperando a que pase la ventisca, todo es más agradable porque estás protegido. En la vida de las personas también ocurre lo mismo cuando llegan los vientos y las tormentas. La paz huye del corazón y llegan los agobios, preocupaciones y desasosiego. Además, que la fe también se ve afectada porque da la sensación que estás solo, porque sientes que Dios está lejos de tu vida y que eres tú quien tiene que resolver tus problemas buscando soluciones.

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Mi amistad con Dios

Dios es el amigo fiel, el que nunca falla. Tener una amistad con Él es lo más fácil porque frente a nosotros tenemos al que nunca se cansa, paciente, servicial, siempre te perdona y disculpa, te dice la verdad y respeta tus momentos y tiempos. Es el amigo perfecto con el que se puede contar, porque siempre está ahí dispuesto a ayudarte en cualquier situación. No le importan las horas, nunca está ocupado, sino que está esperando que le busques, llames a su puerta, entres en su casa, te sientes a su lado y le cuentes todo aquello que lleva tu corazón. Dios siempre cuida la amistad. Basta con echar una mirada al libro del Génesis para comprobar que, a pesar de la traición, Dios siempre se muestra cercano. Le ocurrió a Adán y Eva cuando comieron del fruto prohibido y al mirarse entre ellos se vieron totalmente desnudos. «Cuando oyeron la voz del Señor Dios que se paseaba por el jardín a la hora de la brisa, Adán y su mujer se escondieron de la vista del Señor Dios entre los árboles del jardín» (Gn 3, 8). A pesar de la traición, Dios nunca dejó de ayudarlos; así lo reconoce Eva cuando concibe a Caín y dice: «He adquirido un hombre con la ayuda del Señor» (Gn 4, 1), porque siempre está pendiente de los hombres y por supuesto de ti y de mi.

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¿Cómo afrontar los sufrimientos y dificultades?

Hay veces que resulta difícil ver la mano de Dios en medio de las debilidades, del sufrimiento, de la confusión ante lo que acontece en nuestra vida. Dios siempre está y es necesario, desde la fe, poder verlo con claridad para que encontremos la calma que nos permite afrontar las situaciones con paz y confianza en Él. El apóstol San Pablo nos da su testimonio de cómo en medio de la debilidad ha sentido la fortaleza que el Señor le ha regalado: «Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad. Así que muy a gusto me glorío en mis debilidades, para que resida en mí la fuerza de Cristo. Por eso vivo contento en medio de las debilidades, los insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte» (2 Cor 12, 9-10). La Palabra de Dios tiene mucho poder y fuerza y aunque a veces cuesta trabajo reconocerlo en medio de la debilidad, Cristo nos tiende su mano para llevarnos a una vida nueva.

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