Vencer la rutina

Evitar la rutina para no perder el entusiasmo. Resulta muy fácil sumergirnos en el mundo de la rutina y encerrarnos en nosotros mismos, en nuestras prisas y agobios; y somos incapaces de levantar la mirada para ver más allá de nosotros mismos. Actuamos como autómatas y nos instalamos en el hacer las cosas por pura inercia sin motivación ni sentido, simplemente porque hay que hacerlas. Perder la ilusión y dejarse llevar es muy fácil, y además impide que no disfrutemos de la vida, de lo que nos rodea y de lo que tenemos. Así resulta más difícil alcanzar nuestras metas y desarrollar nuestro proyecto de vida y entramos en una dinámica donde lo que vivimos no nos hace felices ni nos realiza plenamente.

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Buscar lo extraordinario en lo ordinario

Buscar lo extraordinario en lo ordinario. ¡Qué difícil resulta no dejarse embaucar por la rutina y no perder el sentido de lo que estás viviendo! Poner amor en lo que haces para que todo lo hagas de corazón. Pensar en “la clave del tú”, antes que en mis propias necesidades y entregarte a los demás sin medida. No creerte con derechos adquiridos por mucho tiempo que lleves comprometido en un mismo lugar, más bien lo contrario, mostrar siempre esa actitud de servicio que te llena de humildad y te permite vivir cada día como si fuera una novedad o un novato en tu profesión. Ese miedo e incertidumbre que te invaden porque no sabes bien si estarás o no a la altura de lo que se te exige. No buscar el reconocimiento o la palmada en la espalda por los frutos de tu esfuerzo. Cuidar los espacios de tu entorno como si fuera lo más valioso que vas a tener en tu vida. No perder la sonrisa ni el entusiasmo por muy cuesta arriba que se pongan tu vida…, son situaciones extraordinarias que dan un toque muy especial a lo que tenemos que vivir.

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¡Feliz Año Nuevo con Jesucristo!

Hemos comenzado este Año Nuevo con mucha ilusión y muy buenos propósitos para dar un giro a nuestra vida, que tan necesario convenimos y creemos. Renovarnos, reconstruirnos y retomar las actitudes de las mejores etapas de nuestra vida siempre es un buen aliciente para iniciar y, sobre todo, mantener el camino que nos lleve a ser lo que queremos y a realizar todas nuestras ilusiones y proyectos. Para ello es fundamental tener fuerza de voluntad y perseverar. Ya lo dice Jesús en el Evangelio: «Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas» (Lc 21, 19).Es la manera de crearnos hábitos de vida que nos ayuden a poner en práctica tantas buenos ideales e intenciones que estamos deseando hacer vida. Así es como comienza la propia realización personal, cuando vivimos como pensamos y somos coherentes en todos los ámbitos de nuestra propia vida. No podemos cojear, y para ello debemos estar atentos, siendo realmente conscientes de que lo más fácil es que la rutina, la pereza y la comodidad nos vaya venciendo en esta continua lucha interna que tenemos en dentro cada uno.

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Desechar la rutina

Que la rutina no apague tu deseo de vivir, de sorprenderte y de saborear lo que haces cada día. Levantarse cada día es un reto para dar lo mejor de ti mismo y encontrar el verdadero sentido a todo lo que tienes que hacer en tu vida, especialmente cuando eres capaz de amar dándolo todo. No seas víctima de tu propia rutina, porque te irás sumergiendo en un pozo de oscuridad, desgana y desmotivación total. No pierdas la inspiración, no dejes que la rutina la apague y te sumerja en el vacío de la mente y del corazón. Vacío de la mente porque dejas de pensar y de interactuar con los demás aprendiendo y disfrutando de quienes te rodean; si estás más tiempo en las redes sociales que hablando con quienes te rodean empieza a cuestionarte que la rutina te está haciendo daño, porque te impide mirar a tu alrededor y compartir con los demás la belleza de la amistad, de la entrega, del servicio, del ser partícipe de sus vidas, del escucharles y ponerte en su lugar para acompañarles en sus alegrías y en sus penas. Y vacío en el corazón porque perdemos la capacidad de emocionarnos, de ser sensibles a las necesidades de los demás, de amar de verdad dedicándole toda tu persona y poniendo el corazón en todo lo que haces; no se trata de afectividad, se trata de valores y de creencias que nos llevan a actitudes muy concretas en la vida y que nos pone siempre ante los demás abiertos y bien dispuestos a hacer lo que haga falta por el otro, incluso si fuera necesario dar la vida por el hermano, siguiendo los pasos de Cristo.

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