¿Cómo te preparas para encontrarte con Dios?

Son muchas las ocasiones en las que por tu carácter has reaccionado de manera incorrecta y al momento te has arrepentido de ello. Es una de las fragilidades del ser humano, en las que por mucho que quieres controlarte y no saltar, terminas haciéndolo y sintiéndote mal por ello. Llegar a dominarse es un acto heroico, y son muchos los pasos que vas dando en esa dirección, aunque llegar a erradicarlo, a veces, resulta una tarea más que difícil. No te agobies por esto, en tu camino de conversión y santidad has de pasar por estos momentos, que te ayudan a crecer y perseverar; a mantenerte alerta y atento para no volver a cometer los mismos errores a la hora de reaccionar. Cualquier paso de superación es un verdadero triunfo, y es en esto en lo que te tienes que centrar, porque así creces, avanzas y maduras. Y vas asentando las verdaderas bases para erradicar cualquier debilidad de tu vida. Con tus debilidades no te puedes perpetuar en el tiempo, es necesario, incluso para tu ánimo, ver cómo vas superándote y avanzando en tu vida personal, erradicando poco a poco tus debilidades y limitaciones, y creciendo como persona y como creyente.

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¿Eliges a Dios desde tu libertad?

¡Qué hermoso es contemplar cómo Dios actúa en las personas! Compartir la misma fe, tener experiencias profundas de Dios nos acerca a los demás. Basta con hablar de tu experiencia de fe para ver cómo el Señor te une al corazón de los que creen y viven como tú, o al menos lo intentan, procurando mantenernos fieles a Dios poniendo en práctica el Evangelio en nuestra vida. Nada pasa desapercibido a los ojos del Señor, que nos conoce y escruta nuestro corazón día a día. Hablar desde la fe es hablar desde el corazón, estando dispuesto a transmitir todo el amor que Jesús te ha regalado, que es mucho. Por eso cuando uno habla desde el amor de Dios, no hace falta esforzarse para convencer, porque todo fluye por si solo, y la sintonía que se crea con los hermanos que comparten tu misma fe es especial, porque viene dada por Dios, y todo lo que viene de Él, bien sabemos que es muy bueno.

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Habla de Dios

«Es bueno darte gracias, Señor, y cantar a tu nombre; proclamar por la mañana tu misericordia y tu fidelidad cada noche» (Sal 92, 2). Dios hace maravillas en nuestra vida y somos testigos de ello. Podemos constatar cómo es capaz de cambiar la vida de las personas y tocar su corazón. Y lo puede hacer a través tuyo, porque eres instrumento de Dios, capaz de llegar al corazón del que tienes al lado.Es una experiencia hermosa de fe y así lo ha querido el Señor Jesús, mandándonos a compartir la Buena Noticia y pidiéndole a los apóstoles y a nosotros, que la llevemos allá donde nos encontremos y hagamos grandes signos en su nombre. Si quieres llevar la Buena Noticia, no has de tener miedo a hablar de Dios en tu vida y a manifestar allá donde te encuentres tu fe en Él.Dios dice siempre algo al ser humano a través de cada acontecimiento y es bueno saber interpretarlo; la gracia de Dios y el discernimiento te ayudarán a ello, para que tu respuesta sea auténtica y puedas llegar al corazón del hermano.

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Descansar en el Señor

Cuántas veces has dicho alguien o te han dicho: “Necesitas un buen descanso”. La forma de vida que la sociedad nos propone cada día y que nosotros aceptamos sin reservas, sin entrar en detalles, hace que descanses poco y cuando lo haces no lo disfrutas todo lo que te gustaría, por el ritmo tan intenso que llevas y la poca calidad que tiene tu interioridad. Hay veces que son muchos los retos que tienes que superar y las dificultades que impiden que avances como te gustaría. Ves a tu lado otras personas que van más rápido que tú, como si no tuviesen problemas, y eso genera en ti sufrimiento, porque te preguntas porqué a ti te cuesta tanto y a otros no. ¿Cómo marcha tu vida? ¿Te parece justo el camino que Dios te ha puesto?

A veces es difícil avanzar, la vida no nos resulta fácil, el problema es cuando nos paramos y no avanzamos. Aunque sea poco hay que caminar, a pesar de que lo bueno tarde en llegar más. Caminar es no rendirse; no abandones nunca. Confía en el Señor y pon tu vida en sus manos. Deja que todo dependa de Él y no de ti. Dios te ama y por eso te ha creado a su imagen y semejanza, ¡créetelo! Que las dificultades no te cieguen, no te hagan olvidar lo que significas para Dios. Que la impotencia que te embarga no te haga culpar a Dios o dudar de Él. Está contigo para dar sentido a todo lo que te ocurre y para ayudarte a levantarte. Tendrás muchos momentos en los que no entiendas nada de la vida, de lo que Dios te está diciendo, en momentos así deja que resuenen estas palabras en tu interior: «Y vosotros no andéis buscando qué vais a comer o qué vais a beber, ni estéis preocupados. La gente del mundo se afana por todas esas cosas, pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de ellas. Buscad más bien su reino, y lo demás se os dará por añadidura» (Lc 12, 29-31).

La fe es necesaria para entrar en esta actitud de confianza y de abandono. Que tus afanes no nublen tu visión de Dios. Jesús nos dice que el Señor sabe lo que necesitamos en cada momento. Ponte en sus manos y déjate hacer por Él; que no te cieguen tus necesidades, que tu instinto de supervivencia, no te haga en los momentos difíciles, dudar de Dios. Ponerse en las manos de Dios, en momentos así, significa entregarse a Él, a poner en práctica el Evangelio y a no preocuparte de buscar soluciones, sino dejar que sea el Señor quien las busque. La solución no es que se te resuelva el problema milagrosamente, sino que prepares tu alma para que Dios pueda inspirarte y que encuentres la mejor manera de afrontar la situación y superarla. Hay veces que no sabes cómo actuar ni qué decir, es ahí cuando la fe te debe ayudar a decir que estás en las mejores manos, en las de Cristo.

Es importante que le pidas a Dios las cosas, así lo recuerda el apóstol san Pablo:«Nada os preocupe; sin que, en toda ocasión, en la oración y en la súplica, con acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios» (Flp 4, 6). Dios lo sabe todo, hasta lo que nos urge, pero hay que pedírselo con fe y con paz, no con deseo ni con prisas. Por muchas prisas que le metas a Dios y mucho deseo que tengas en que las cosas se te concedan y soluciones, no van a venir cuando tú quieras, vendrán cuando el Señor te vea preparado y bien dispuesto. Descansa en el Señor, aunque tú creas que Dios está dormido, que no te escucha ni se entera, él sabe cómo calmar la tempestad. Como le pasó a Jesús en la barca cuando dormía en medio de la tempestad (cf Mt 8, 23-27). Los discípulos estaban asustados y el Señor estaba durmiendo, y cuando calma la tempestad les dijo: “¿Por qué teméis, hombres de poca fe?” La fe ha de ser fuerte, para que te ayude a confiar en el Señor en los momentos de mayor sufrimiento y dolor en tu vida.

Que tu fe te ayude a descansar en el Señor, y a poner en Él tu confianza, siempre. No temas, Dios está contigo y te bendice cada día.

 

Supera tus miedos y temores con fe

Sabemos por experiencia que el miedo nos paraliza, nos deja sin poder reaccionar ni tomar decisiones. Hay veces que nos hace sufrir demasiado, porque nos genera una gran angustia vital, que hace que nuestra parálisis sea un gigante difícil de sortear. Llegar a descubrir el origen de ese miedo supone, en gran medida, tener que volver a recuerdos y experiencias pasadas, algunas demasiado duras que han dejado honda huella en nuestro interior. Son muchas las circunstancias, contextos, actitudes colaterales… que vivimos a lo largo de nuestra vida y que o bien nos hacen crecer, o bien nos hacen retroceder en nuestra experiencia vital y en nuestras seguridades personales. ¡Qué importante es saber madurar! Afrontar los retos con responsabilidad y crecerse ante las dificultades son dos actitudes importantísimas que nos permitirán avanzar con firmeza en nuestra vida. No nos podemos achantar ni acobardar ante los retos y situaciones que se nos presentan. Hay veces que resulta difícil, que nos vemos superados, paralizados, pero no debemos prolongar en el tiempo estas situaciones.

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Déjate amar por Dios intensamente

Hay veces que la vida no viene como te gustaría, parece que las cosas te salen y por mucho que te esfuerzas, por mucho que piensas en cómo cambiar la inercia de tu vida y de cómo actuar, no encuentras respuestas que te ayuden a que tus esfuerzos den fruto y que te sientas más feliz y realizado con todo lo que haces. Situaciones así te llevan a desesperar, a perder la confianza en ti y a verlo todo un poco más oscuro. No te rindas, no des paso a la desazón en tu interior, porque, aunque pienses que todo está perdido, Dios quiere decirte, que siempre a lo largo de tu vida, ha sido Él quien te ha ido abriendo caminos y dando luz donde tú pensabas que ya no se podía hacer nada más. Igual que el Señor ha estado contigo en tu vida pasada, también lo seguirá haciendo en tu vida futura, porque Dios es fiel y nunca abandona a sus hijos. No dejes de confiar en Él y sigue perseverando en la oración.

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Amor incondicional

Somos conocedores de nuestra imperfección, de las limitaciones que tenemos y de las equivocaciones que cometemos. Hay veces que la soberbia nos ciega e impide que veamos claramente cuales son nuestras debilidades, porque nos hace creer que estamos en posesión de la verdad. Si algo nos recuerda la Palabra de Dios es que somos pecadores, que erramos y nos alejamos del Señor de la manera que menos esperamos. La perfección humana no existe en ningún hombre, el único perfecto es Jesucristo, y si perdemos la gracia de Dios nuestro corazón se inclina al mal. Sabemos que como aprendemos es equivocándonos, y hemos de procurar sacar lo positivo y la lección de todo lo que vivimos.

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Ante la ofensa, ora y luego habla

Desde que nacemos heredamos no sólo el físico, sino también los hábitos y las formas que aprendemos de los que nos rodean. Nuestros mayores nos han enseñado lo que creían que era lo mejor para nosotros; cuando empezamos a tener conciencia propia y capacidad crítica, filtramos por nuestra razón y moral lo que consideramos que es lo correcto. Nos han enseñado a amar, a respetar, a ser educados con las personas…; también nos han enseñado a defendernos cuando nos atacan y a ser lo más justos posible buscando siempre la igualdad y la armonía allá donde nos encontremos. Influimos en el ambiente en el que nos encontramos, dependiendo de la manera en la que lo hacemos nuestro. Implicarnos o no es un paso fundamental que nos hace ser escritores de la historia o meros espectadores. Hay veces que el compromiso nos incomoda y nos llega a asustar, porque nos exige y nos obliga a salir de nuestra forma de confort y a complicarnos la vida, cada vez más. ¿Cuál es el límite que pones a tu compromiso? Si algo nos enseña Jesucristo es a llegar hasta el final, a dar la vida, aunque suponga sufrimiento y angustia, como Él la vivió en Getsemaní y en el Calvario.

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La aventura más maravillosa que puedes vivir

Siempre hay algo por hacer, por vivir y por descubrir. Nuestro conocimiento no tiene fin y mucho más si lo vivimos desde la fe, desde el acercamiento que queremos tener con Dios. Ninguno de los esfuerzos que realizamos con el corazón y en el nombre del Señor quedan sin recompensa. Hay veces que no vemos los frutos a nuestros esfuerzos, pero te aseguro que Dios no los deja sin premio. Dar sentido a todo lo que realizas es necesario para entrar en la dinámica del Señor y poder entregarte con toda tu alma al Evangelio y a hacerlo realidad en tu vida y en las vidas de los que te rodean. Hay veces que nuestra visión es tan corta que no vemos más allá de nosotros mismos; somos muchas veces esclavos de nuestras prisas, de nuestros quehaceres cotidianos, de nuestras propias distracciones que hacen que convirtamos nuestra vida en una rutina y perdamos nuestro tiempo en acciones y actitudes banales y carentes de sentido.

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Tu soledad y Dios

A Jesús los discípulos le abandonaron en el momento más trágico de su vida. Disfrutaron de Él y se admiraron de sus palabras y actos cuando lo acompañaban de pueblo en pueblo, por los caminos, en el mar de Galilea. Seguro que hasta en más de alguna ocasión, ante la gente que le buscaba para que les curase u oírle, ellos presumían de ser discípulos suyos, de conocerle bien. Incluso hasta alguno les pediría el favor de que les situasen en primera fila para verlo y escucharlo mejor. Cuando las cosas marchan bien es más fácil vivir bien y ser amigo de todo el mundo. En cambio, cuando las situaciones difíciles llegan, nos podemos compadecer, nos puede dar mucha pena, pero muchas veces somos con los discípulos en Getsemaní, salimos corriendo y dejamos al otro solo, ante su dificultad, ante su problema.

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