
Esperándote, así es como está Dios. Él no tiene prisa, el tiempo no le pasa volando como a nosotros. Ya sabes, más que de sobra, que las prisas nunca son buenas consejeras. El ritmo de vida que llevas, tantas cosas que hacer cada día, no te permiten pararte y encontrarte con quien sabes que te está esperando. Sabes de sobra que su paciencia no tiene límites. Dios te está hablando a través de todo lo que estás viviendo. Son muchas las cosas que deseas pedirle y decirle. Son muchas las intenciones que tienes reservadas para Él, porque pedirle por tus necesidades y la de las personas que quieres y aprecias, te ayudan a seguir confiando y caminando. Pero te encuentras con un obstáculo: no tienes tanto tiempo como te gustaría para estar con Él. Es necesario que cambies tu orden de prioridades, y que, en tu ritmo tan ajetreado de vida, sepas detenerte para estar con tu Dios, que te conoce muy bien y puede darte lo que necesites en cada momento.



Deseamos vivir en paz, que todo a nuestro alrededor esté tranquilo, sin ninguna disputa ni mala palabra. No queremos problemas ni malos rollos con las personas que nos rodean, porque nos genera tensión, intranquilidad y nos violenta. No vivir en paz es sinónimo de insatisfacción, desasosiego, inquietud, desazón… porque hace que todo se nos tambalee y que vivamos en la incertidumbre del descontrol. No sabemos lo que nos podremos encontrar a la vuelta de la esquina. El nerviosismo no es buen consejero para nuestra paz interior. Toma conciencia de lo importante que es estar sereno y en paz dentro de ti y así podrás ver y afrontar cada situación de una manera distinta, respetando los procesos y no actuando de manera bronca con quienes te rodean.



Dios va poniendo en nuestro camino personas que comparten nuestros mismos ideales, que tienen nuestras mismas inquietudes y que sienten el Evangelio como parte de su vida. No hace falta pasar mucho tiempo con ellas para darse cuenta de que existe una sintonía especial, pues el compartir un proyecto común desde la fe, hace que los corazones se unan. Todo fluye especialmente porque es el Señor quien actúa y es el Evangelio el que se va haciendo realidad en nuestras vidas. No hay mayor gozo para el creyente que poner en práctica la Palabra de Dios. Cada día es una oportunidad nueva para seguir haciendo el bien y para dejar que el Señor nos siga ayudando a seguir encontrándonos con quienes viven y comparten el mismo estilo de vida que nosotros. ¿Los reconocemos? ¿Nos reconocen? Nuestro testimonio personal debe ser quien hable por nosotros y nos una en este proyecto común de dar la vida por el Reino. Nuestros compromisos y nuestras opciones personales nos congregan en torno a la Eucaristía y esa llamada que nace de lo más profundo de nuestra alma nos lleva a entregarnos a Dios y a pensar en nuestro proyecto vital de una manera totalmente distinta a la que veníamos haciendo hasta ahora. Nuestras prioridades cambian, no por nosotros, sino por Dios, que nos sumerge en la clave del Amor total y gratuito, y que nos hace sentir privilegiados al ofrecernos totalmente a Cristo y al Evangelio.