Ir a la montaña

Mantenerse firme en la fe, estar de pie en medio de las dificultades, no caerse por mucho que arrecie la tormenta y el viento, ser constante en los propósitos y por mucho que cambien las situaciones permanecer en el mismo lugar. Así es como Jesús nos invita a que nuestra vida sea siempre un reflejo de la fuerza que Él nos da, aunque somos conscientes de que en medio de la tempestad pasamos dificultad, inquietud, temor, inseguridad… y tantas sensaciones que vivimos que nos han de ayudar a tomar conciencia de lo importante que es confiar en Dios para permanecer en Él. 

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Sé un discípulo alegre

Dios te ha elegido para que seas su discípulo, su enviado. Piensa qué es lo que te impide ser tú mismo y actuar en el nombre del Señor. Las principales trabas que ponemos a Dios en nuestra vida son fruto de nuestros miedos, inseguridades y falsos respetos humanos, que no nos permiten darle al Señor lo mejor de nosotros mismos. Son muchas las veces que nos quedamos con ganas de darle y de entregarnos más a Él, porque sabemos que, en nuestra vida de fe, aún tenemos mucho margen de mejora. No tengas ningún miedo a dejarte tocar por el Señor. Es apuesta segura y ningún esfuerzo que hagas por Él quedará sin recompensa. Tenlo claro y cuéntale todo lo que te ocurre con toda la sinceridad tu corazón. No te guardes nada porque te está esperando en el monte Tabor. No hay que irse a buscarlo muy lejos. Basta con ir al Sagrario y estar allí en silencio, contemplando la maravilla más hermosa que puedes tener ante tus ojos. Aquí no se trata de que seas tú quien mire, sino que te dejes mirar por Jesús que quiere entregarte todo su amor para que desbordes, para que te sientas anonadado y sobrecogido ante tanta grandeza, ante el amor más puro y auténtico que puedes llegar a sentir en tu vida. Serás consciente, entonces, de que el tiempo ya no importa, porque tu alma se funde con la de Dios, y querrás que todo se pare para disfrutar y saborear ese momento único e irrepetible, siendo a la vez consciente de que, a pesar de tus miserias, Dios quiere ayudarte a transformarlas para que madures en tu fe y cada encuentro con Jesús esté lleno de vida.

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Los signos de la Resurrección

Tenemos cincuenta días, desde el Domingo de Resurrección hasta Pentecostés, para celebrar que el Señor Jesús está vivo y resucitado. La Pascua es un tiempo de alegría, en el que se tiene que se nos tiene que notar a los cristianos, que estamos alegres por celebrar la Resurrección de Cristo y porque está vivo a nuestro lado, caminando con nosotros, dándonos fuerza y sentido a todo lo que vivimos y realizamos. La Pascua es un paso, y muchos son los pasos que cada uno debemos de seguir dando para avanzar por el camino de la vida, hacia el encuentro con Dios, superando nuestros desiertos particulares, como el pueblo de Israel; atravesando nuestro mar Rojo, con hermosas experiencias de liberación que nos impulsan a una vida nueva; desprendiéndonos de las ataduras que nos impiden avanzar con paso firme y seguro, y de la incredulidad que hace que dudemos y nos estanquemos en nuestra vida de fe, dejando a Dios de lado y ocupándonos más de las cosas del mundo que de las suyas.

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Amar a Cristo

Si quieres amar a Cristo has de pasar tiempo con Él, has de hablar, has de tratarle con toda la dedicación del mundo, siendo consciente de que Él siempre quiere estar contigo, nunca se cansa de ti. Es una experiencia hermosa, darse cuenta de la necesidad que tienes de Dios. Es como vivir una relación muy especial con la persona más amada, que ha de ser Cristo, que se ha entregado por ti y se hace presente cada día, a través de la Eucaristía, para llegar a tu corazón, y así llenarlo de vida y de amor para que puedas dar sentido a todo lo que vives. No hacen falta grandes palabras ni discursos para dialogar con Jesús, lo más importante es que le abras tu corazón, para que Él pueda entrar y llene tu vida de verdadero amor y así te entregues a los demás siguiendo sus pasos. Jesús habla en el silencio, cuando eres capaz de hacer silencio en tu interior y no te dejas llevar por pensamientos, quehaceres, experiencias pasadas…, pues en la vida de fe, el encuentro con Cristo es vital para que todo fluya y tenga sentido. Deja que sea tu corazón el que hable, que te permite sacar lo mejor de ti mismo y entregárselo a los demás, y por ende a Dios.

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Señor, tú sabes que te quiero

¡Qué hermoso es alabarte y bendecirte, Señor! Pasar tiempo contigo, visitarte en el Sagrario, pararme en el ritmo ajetreado de vida que llevo y orar, contemplando tu rostro y descubriendo tu presencia en el Santísimo Sacramento. Como me conoces bien, sabes que muchas veces paso de largo, que no encuentro el momento para detenerme y estar contigo, hacerte una visita, dedicarte mi vida y toda mi atención aunque sea por unos minutos al día. Soy consciente de que estás esperándome, que quieres que vaya a verte y no me gustaría defraudarte en este día. Siempre me dedicas hermosas palabras y gestos a través de tu Palabra y de las personas que me rodean. Quiero descubrirlas y saborearlas como el mejor de los manjares, porque tú, Señor, haces que cada momento se convierta en algo único y especial. Que tantos ruidos y luces como me rodean no me hagan sordo ni ciego y así pueda ayudarte a transformar el mundo, porque sé que cuentas conmigo y quieres de mi parte dedicación plena. Ayúdame, Jesús, a saber pararme y no dejarme llevar por mis quehaceres que me sumergen en mi propio mundo y me impiden mirarte y abrirte mi corazón de par en par.

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