
A Jesús los discípulos le abandonaron en el momento más trágico de su vida. Disfrutaron de Él y se admiraron de sus palabras y actos cuando lo acompañaban de pueblo en pueblo, por los caminos, en el mar de Galilea. Seguro que hasta en más de alguna ocasión, ante la gente que le buscaba para que les curase u oírle, ellos presumían de ser discípulos suyos, de conocerle bien. Incluso hasta alguno les pediría el favor de que les situasen en primera fila para verlo y escucharlo mejor. Cuando las cosas marchan bien es más fácil vivir bien y ser amigo de todo el mundo. En cambio, cuando las situaciones difíciles llegan, nos podemos compadecer, nos puede dar mucha pena, pero muchas veces somos con los discípulos en Getsemaní, salimos corriendo y dejamos al otro solo, ante su dificultad, ante su problema.








