Escucha, Dios te llama

Dios te llama, ¿no lo oyes? A lo largo de tu día a día y de toda tu vida te está hablando, llamando por tu nombre para que escuches con atención todo lo que tiene que decirte. Lo que primero te quiere decir es que te ama, que te ha dado la vida para hacerte sentir la persona más feliz del mundo; que entregó a su Hijo Jesús en la cruz para mostrarte el camino que tienes que seguir para llegar hasta Él. Presta atención a todo lo que te está diciendo para que no te desvíes ni despistes; para esto tienes la Palabra de Dios, para encontrar la respuesta que necesitas en cada momento de tu vida, y para que te sientas iluminado por ella cada vez que tienes que tomar una decisión importante. Dios se comunica contigo de una manera clara y sencilla. Cuanto más hables con Él mejor entenderás todo lo que tienes que decir. Si dejas que Dios sea para ti un desconocido, más trabajo te va a costar dar sentido a todo lo que tienes que realizar.

Son muchas las cosas que aún te quedan por vivir; que tu pasado te ayude a aprender y a crecer, no estés muy pendiente de él porque te perjudicará en tu camino presente. Has de caminar abierto a la novedad de lo que está por venir y atento para no cometer errores pasados que te hagan retroceder o perjudiquen, tanto en tu vida de fe como en la relación personal que tienes con el Señor. El futuro inmediato está en tus manos, tu felicidad y saborear lo que realizas y vives cada día depende mucho del sentido que quieras dar a tu vida. No te estanques, no te quedes pensando o viviendo el día a día sin más, como algo que toca, que hay que pasar. Tu vida, tu tiempo, tus energías merecen la pena que las vivas con intensidad y pasión, sabiendo que es una oportunidad única la que tienes en este preciso instante para poner todo lo que eres y sientes en las manos de Dios y que sea Él quien te ayude a entregarte de corazón a los demás.

¡Déjate sorprender por el Señor! Cada día esta lleno de multitud de momentos, encuentros, acciones… que puedes vivir en su nombre, afrontándolo como una novedad, como el regalo que Dios está poniendo delante de ti, en tus manos, para que puedas saborear el amor que pone en tu vida. Pasa a tu lado sin que lo esperes, como le ocurrió a los discípulos: «Paseando junto al mar de Galilea vio a dos hermanos, a Simón, llamado Pedro, y a Andrés, que estaban echando la red en el mar, pues eran pescadores» (Mt 4, 18). Pedro y Andrés no tenían una cita prevista con Jesús, ellos estaban realizando su trabajo cotidiano, y Jesús pasó a su lado, se fijó en ellos y les llamó para que fueran pescadores de hombres. Y ellos lo dejaron todo y lo siguieron. Así es la llamada que el Señor te hace, en tu tarea cotidiana, cuando menos te lo esperas, te sorprende, te llama por tu nombre y te pide que le sigas.

A Dios no le pasa nada desapercibido. Sabe todo de nosotros y no se le escapa nada; no es necesario que nadie le cuente sobre los demás, porque Él nos conoce en profundidad, y ve en primera persona cómo es nuestra vida. Por eso es importante nuestra vida, porque para Él somos únicos. Seguir a Jesús es estar dispuesto a asumir su estilo de vida, a entregarte en cuerpo y alma a los demás, sabiendo que tienes que dejar de medir tu tiempo, tus esfuerzos y todo lo que tienes, porque lo pones al servicio de los demás y comienzas a hacer como Jesús: a pararte a lo largo del camino, a atender y practicar la misericordia con los demás dependiendo de las necesidades con las que te encuentres. Así podrás decir como san Pablo: «Ya no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mi» (Gal 2, 20), porque tu vida la has entregado al Señor y en Él encuentras tu felicidad y el sentido a todo lo que haces. Escucha, Dios te llama.