Un encuentro histórico

El 1 de julio de 2023 hemos vivido un momento histórico en la ciudad de Fuengirola. La Patrona y titular del templo, la Virgen, Nuestra Señora del Rosario Coronada, con motivo del 75 aniversario de la construcción de la parroquia Nuestra Señora del Rosario, ha visitado la parroquia Nuestra Señora del Carmen. Un hecho que se ha dado por primera vez en la historia de la ciudad y que ha estado lleno de devoción y de mucho amor a la Virgen María. Ha sido un privilegio recibirla como párroco y quiero compartir con vosotros las palabras que en ese momento he dirigido a nuestra Madre, la Virgen María en sus dos advocaciones, la del Carmen y la del Rosario.

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Llamados como hijos a la fe

Dios nos habla y se dirige a cada uno. Siempre nos llama por nuestro nombre para que le sigamos y aprendamos de Él. Es el compañero de camino ideal que, pase lo que pase permanece fiel porque su corazón es tan grande y tiene tanto amor que repartir, que nunca se cansa de tomar la iniciativa para que mejoremos nuestra relación. Quiere que seamos felices y que todo lo que hagamos y vivamos nos sintamos realizados y plenos.

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Transmitir la fe en la familia

Estando en el garaje de la casa parroquial disponiéndome para salir con mi vehículo particular escucho que pasa por la puerta un padre que le dice a su hijo: “Mira, cuando pases por este lugar (la Iglesia), y por mucha prisa que tengas, que nunca se te olvide…”; a lo que el hijo le responde a su padre: “Saludar a Jesús y a la Virgen”. Os tengo que confesar que en ese momento he respirado hondo, he cerrado los ojos y he dado las gracias al Señor por poder escuchar el consejo que este padre le daba a su hijo. Me he quedado maravillado y sobre todo me ha servido para varias cosas: 

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¡Está pasando! ¡Feliz Navidad!

¡Es Navidad! Nos ha nacido un Niño, se llama Jesús, es el Hijo de Dios y está esperándote en el Portal, para que vayas y le adores. ¡Está pasando justo ahora! No te entretengas ni distraigas; son muchas las luces que están brillando ahora mismo en nuestras ciudades, casas y también corazones. Esas luces las tenemos tan cerca que nos deslumbran, no porque sean fuertes ni nos cieguen, sino porque son las luces de nuestra vida que nos envuelven y nos impiden ver con claridad la Luz de Dios que hoy está presente en la tierra, en el mundo, en nuestras calles, en nuestras casas y en nuestros corazones. Jesús quiere hacerse presente en tu silencio, ¿lo estás haciendo? ¿No lo escuchas?

¡Párate y contempla! ¡Está pasando! Está hablando a través de tu vida y de la de los demás. Te pide que ames sin medida; que contemples el Misterio, a un Niño envuelto en pañales que está en un pesebre, sin nada, pobre, solo con su padre y con su madre. Suficiente para ser feliz, la familia. Es tu familia la que Dios te ha regalado para que cada día te realices, te llenes de Dios y te vacíes con los demás, entregándote hasta el extremo. Mira a cada uno de tu familia y da gracias a Dios por ellos. Es Navidad. El Niño Dios se ha hecho hombre y está en el corazón de tus padres, hijos, hermanos, abuelos, sobrinos, primos, cuñados, yernos, nueras…; es ahí donde tienes que amar y donde has de comenzar a adorarlo. Es el momento de que lo adores, ames, sirvas, abraces, beses, escuches…, porque ha nacido a tu lado, ¡está contigo!, porque es Navidad.

No dejes que pase esta ocasión un año más. Es el momento de acudir a su encuentro, de visitarlo en el Sagrario, de celebrar la fe, de compartir la Eucaristía, de gritarlo a todo el mundo, de felicitar a todos los que están contigo porque Dios ha nacido, porque el Niño está dentro de ti, en cada uno. ¡Es el momento! Aquí y ahora. Que nunca se borre la sonrisa de tu rostro, porque es Navidad, porque Dios ha nacido para crecer en ti, junto a ti. No vayas muy lejos, mira en tu corazón. Dios te está amando y te está abrazando, ¿no lo notas?

Feliz Navidad. El Niño Dios nos ha nacido, para ti, para mi, para todos.

Vida familiar de calidad

Compartir los sentimientos, hablar desde el corazón, saber pararse para dedicarle tiempo al otro y ponerse en su lugar… son acciones que diariamente deberíamos de compartir con las personas que más amamos y queremos. Está claro que amamos y queremos a nuestros padres, hermanos, hijos… Nuestra familia ocupa un lugar importantísimo en nuestro corazón. Pero, a veces, damos demasiado por hecho que lo saben y no lo expresamos con la debida frecuencia. Ha de ser algo habitual, que nos permita vivir más estrechamente con los nuestros y hacer de nuestras casas verdaderos hogares donde se respire el amor y la ternura

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¿Quién saca lo mejor de ti?

Es una alegría tener personas que te ayuden a sacar lo mejor de ti. Te invito a que en este rato que vas a ocupar en leer estas líneas pienses en esas personas que a lo largo de tu vida sacan lo mejor de ti y te hacen sentir bien. La verdad que somos afortunados al tener a nuestro lado familiares y amigos que nos ayudan a dar lo mejor que tenemos dentro, sacando nuestra ternura, nuestra capacidad de amar. Necesitamos expresarnos y ser felices en todo lo que hacemos y decimos, y no podemos quedarnos estancados en situaciones que no nos ayudan a caminar. Hemos de caminar dando lo mejor de nosotros mismos a quienes nos rodean. La alegría del encuentro con Cristo nos ha de ayudar a transformar tantas situaciones oscuras de nuestra vida que nos permiten ni crecer ni avanzar.

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Conviviendo con amor

Nos encanta vivir con las personas que amamos y siempre estamos dispuestos a dar la vida por ellas si fuera preciso. Si tuviéramos que definirlas seguramente todos diríamos que para nosotros lo son todo, que son importantísimas en nuestras vidas. Seguramente añadiríamos que somos felices con ellos pues lo más grande que nos ha regalado el Señor es nuestra familia.

Pero no todo es perfecto en nuestra vida familiar. Nuestro día a día no está exento de ciertos roces, cambios de humor y multitud de sentimientos que van y vienen. Somos seres humanos y hay muchas veces que entendemos perfectamente a los demás y otras no. Cuando surgen las desavenencias hay muchas veces que decimos al otro: “¡No te entiendo!” Porque a menudo se cometen los mismos fallos, se hacen los mismos gestos, se repiten las mismas actitudes o las manías se agudizan más. Hay que hacer un acto de paciencia, contar hasta diez si fuera preciso, y saber contenerse para no desesperar.

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