Cuántas veces nos hemos visto comprometidos por nuestras palabras, por aquello que hemos dicho y que luego no hemos hecho. Habitualmente decimos que somos esclavos de nuestras propias palabras, pues lo que hoy criticamos y juzgamos, mañana quizás estamos realizando aquello que hemos censurado.
Hay acciones que realizamos día a día, que no están bien ni nos favorecen y a las que no les damos la importancia que se merecen, por ejemplo, cuando criticamos a alguien a sus espaldas con otras personas. Todos sabemos que criticar está mal, pero parece que como es habitual y todo el mundo lo hace, no luchamos contra ello. Tenemos que tener cuidado con los hábitos y las costumbres que vamos adquiriendo, pues algunas nos hacen bastante daño y nos debilitan en nuestra interioridad y espiritualidad. No podemos normalizarlas porque al final terminan atándonos y convirtiéndonos en esclavos de nuestras propias debilidades.



El hombre es un ser social que necesita relacionarse con los demás para sentirse aceptado, querido y parte de una familia. Todos necesitamos tener claro cuál es nuestro sentido de pertenencia y reafirmarlo constantemente con lo que vivimos y compartimos con quienes nos rodean.
¡Cuántas veces has pensado arrojar la toalla! Son muchos los momentos en los que piensas abandonar porque no ves sentido a lo que estás haciendo. En el caminar de la vida son muchas las dificultades y obstáculos que te encuentras y que sólo se superan con lucha y tesón. El miedo y el abandono es de los que se han cansado de vivir, de luchar, y estoy seguro que tú no eres de esos. Es verdad que hay veces que en el camino no sabes hacia dónde tirar; la mente se embota y no ves nada claro ni lógico. Miras a las personas que te rodean y ves que cada uno va a la suyo, tienen su vida y están centrados en sus problemas y tú no los quieres agobiar ni molestar con los tuyos.


