
Caminar con Dios es necesario. Cada día tenemos que aprender a caminar con Él, porque ningún día es igual al anterior. Puede ser parecido, pero no igual. No se trata solo de caminar al lado de Dios y transitar por la vida; se trata también de ir tras Él, siguiendo sus huellas y haciendo el bien como el mismo Cristo lo realizó con los que se encontraba por el camino. Son muchas las personas con las que nos cruzamos en nuestro camino a lo largo de la vida, y también han de ser muchas las respuestas que demos, a cada uno según sus necesidades, como bien hizo Jesús en el Evangelio. Es necesario estar atento a lo que ocurre, a las necesidades de los hermanos. Hemos de observar y tener esa serenidad para contemplar con paz, respetando el momento de cada cual, sabiéndote poner en el lugar del otro y actuando con la mayor de las delicadezas para no avasallar al hermano y darle lo mejor de ti con todo tu corazón. Caminar con Dios es comprender que tu tiempo no te pertenece, y que como Jesús, has de saber pararte en el camino para encontrarte con el hermano, dedicándole el tiempo que necesite, sin prisas, sin agobios. Al igual que Dios respeta tus tiempos y procesos, has de respetar los de los hermanos, porque cada uno va a su ritmo en su vida de fe.




No es final. Todavía no. Puedes creer que no hay solución, que todo está perdido, que tu vida ya no puede ir a peor y que es un desastre. Pero no, no es final. Siempre hay una salida, una salida que a última hora encuentras, donde puedes abandonar la oscuridad que te invade, el pesimismo que te encoje hasta lo más profundo del alma. Podrás decirme que cuando se pasa mal no es tan fácil. Que cuando el sufrimiento, el dolor y la impotencia aprietan las cosas no se ven de la misma manera. Que hay que vivirlo para saber lo mal que lo pasa uno. Que opinar viendo los toros desde la barrera es muy cómodo. Que no tienes esperanza y que has dejado de creer en las personas, en Dios y en todo. Es cierto que nadie se puede cambiar por ti ni vivir lo mismo que estás viviendo tú, eres insustituible… pero de todo se sale. Dios siempre cierra una puerta, pero abre una ventana. Esta es la esperanza con la que tienes que vivir y que te tiene que ayudar a no desfallecer en la lucha por salir adelante. Aunque no entiendas las cosas en este preciso momento o durante el resto de tu vida. Tienes derecho a pasarlo mal, a desahogarte, a todo lo que tu quieras… pero no puedes estar así toda la vida. Se entiende perfectamente que puedas estar un tiempo mal, pero hay que levantarse y reemprender la marcha. No puedes estar toda la vida sentado, parado, perdido. La vida se te ha regalado para vivirla y Dios te ha dado una serie de dones y la fe para que te realices en lo que haces.


