
Seguramente que en más de una ocasión hemos hecho algo de improvisto y hemos tomado decisiones que no esperábamos y que nos han reportado una gran experiencia. Hay veces que cuando hacemos algo que no programamos y sale por sí solo, tenemos una gran experiencia y nos llegamos a sentir felices y realizados porque hemos hecho lo correcto. Si algo nos limita, muchas veces, es el exceso de programación con el que vivimos, pues queremos tener nuestra vida totalmente controlada y saber con antelación todo lo que vamos a realizar. Hay veces que esto no es bueno porque cuando se nos rompen los esquemas y nos cambian nuestros planes, solemos contrariarnos y disgustarnos bastante con quienes nos producen estos cambios indeseados, y tenemos que volver a programarnos y a buscar cómo reconducir lo que nos han desbaratado. Piensa por un momento cuánta energía gastas en situaciones como estas, donde no sueles sacar mucho fruto y mina tus ilusiones, fuerzas y proyectos.

Cuando éramos pequeños teníamos una serie de metas y propósitos, por ejemplo, que llegase el fin de semana para irnos a jugar al parque, con los amigos, a ver a los abuelos, irte con los amigos al banco de la avenida para pasar allí la tarde… esas simplicidades que eran tan importantes para nosotros en las que invertíamos todas nuestras energías y donde nos lo pasábamos tan bien que decíamos que éramos muy felices. Con el paso del tiempo los deseos han ido cambiando y vamos viendo que lo que antes para nosotros era tan importante, hoy quizás lo es menos, excepto cuidar a la familia y a los verdaderos amigos.

Alguna que otra vez nos hemos arrepentido de haber dicho algo que no estaba bien cuando discutíamos con alguna persona o cuando hemos sido imprudentes, sin medir nuestras palabras ni las consecuencias de estas. Todos sabemos que tenemos que controlarnos a la hora de hablar, ya que somos conscientes del daño que podemos hacer a otras personas con la lengua. Es más, bien sabemos que la lengua es una espada afilada capaz de llegar a matar a muchas personas cuando no la utilizamos bien. Por eso, hemos de ser cuidadosos para no dejarnos llevar por el morbo, comentarios fáciles, críticas y juicios que en ocasiones llegan a hacer mucho daño porque no somos capaces de medir sus consecuencias.


