Mirar con los ojos de Jesús

Cuántas veces hemos etiquetado a una persona por la primera impresión que nos hemos llevado de ella. Cuántas veces hemos hablado de esa persona juzgando por esa primera toma de contacto que hemos tenido. Sabemos que sobra que los prejuicios no son buenos, porque condicionan nuestra manera de relacionarnos. Por eso es bueno tener una mirada limpia y pura, cuanto más mejor. En este ámbito sí que tenemos que ser generosos a la hora de mirar bien a los demás para que todo lo que salga de nuestro interior sea bueno y constructivo. Dejarse llevar es lo más fácil. Entrar en una dinámica destructiva significa abrir un gran canal de acción al mal en nuestra vida, entre otras cosas porque sin darnos cuenta estamos dejando que nuestro corazón se endurezca por los malos sentimientos hacia los otros que cada vez nos hacen más injustos en nuestra manera de mirar y por supuesto de tratar.

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Dios está.

Perdonar y no tener en cuenta el mal que te hagan. Qué fácil resulta predicarlo y lo que humanamente cuesta llevarlo a la práctica. Si algo he aprendido en mi vida de sacerdote es a hacer las cosas y procurar tener siempre la conciencia tranquila ante el Señor, buscando actuar sin perjudicar a nadie ni aprovecharme de nadie. De hecho, este es uno de mis lemas con los cuáles quise iniciar mi sacerdocio y quiero seguir llevando a la práctica cada día de mi vida. Entre otras cosas porque siempre me he propuesto dormir con la conciencia tranquila, siendo consciente de que en la vida y en una parroquia es imposible contentar a todo el mundo y caer bien. 

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Saber decir las cosas

Alguna que otra vez nos hemos arrepentido de haber dicho algo que no estaba bien cuando discutíamos con alguna persona o cuando hemos sido imprudentes, sin medir nuestras palabras ni las consecuencias de estas. Todos sabemos que tenemos que controlarnos a la hora de hablar, ya que somos conscientes del daño que podemos hacer a otras personas con la lengua. Es más, bien sabemos que la lengua es una espada afilada capaz de llegar a matar a muchas personas cuando no la utilizamos bien. Por eso, hemos de ser cuidadosos para no dejarnos llevar por el morbo, comentarios fáciles, críticas y juicios que en ocasiones llegan a hacer mucho daño porque no somos capaces de medir sus consecuencias.

Hay palabras y frases lapidarias que nos pueden dejar marcados para siempre, ya que parece imposible sacárnoslas de la cabeza, porque constantemente resuenan en nuestra mente como un martillo destructor, haciendo un daño terrible y provocando gran sufrimiento en el corazón. Es importante saber decir las cosas y tener tacto y delicadeza a la hora de hablar, ya que no hablamos con objetos inmateriales sino con personas que sienten y padecen, y a las que dependiendo de dónde les viene lo que se le dice, se les puede hacer mayor daño. Hay personas y personas en nuestra vida, y dependiendo de los lazos que tengamos con ellas lo que dicen tendrán mayor repercusión en nosotros.

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