
Cuando nos encontramos en medio de las dificultades o de los sufrimientos sabemos que es importante confiar en el Señor, pero no basta solo con decir “confío en el Señor”; hemos de intentar echar a un lado las preocupaciones y los miedos que se hacen fuertes en nuestro interior, para saber dar paso a los dones que el Señor nos quiere regalar cuando somos capaces de ponernos en sus manos. Ahí es cuando somos conscientes de que merece y mucho la pena esforzarse, para que en nuestra mente podamos rechazarla confusión, el dolor y el desaliento ya sí puedas decir con fuerza: “Confío en Dios”. Esperar en Dios y confiar, a veces, no resulta fácil, porque las emociones, los sentimientos y el estado de nervios que podemos tener nos pueden jugar en un momento determinado una mala pasada. Procura tener a Dios siempre presente, para que puedas percibir su presencia y ser sensible a lo que Dios te quiere dar en ese preciso instante, porque Él siempre actúa cuando le abrimos el corazón y nos dejamos transformar.



Es miércoles de Ceniza, ha llegado la Cuaresma. Un año más, seguro que tendrás nuevos propósitos y deseos de aprovecharla para cambiar algunos de los aspectos de tu vida. Es cuestión de actitud interior, de buscar con todas tus fuerzas el encuentro con Cristo que te transforme y te convierta. No tengas miedo, lánzate. Los procesos de fe son necesarios y hemos de respetarlos, la aventura que Dios te propone merece la pena. Para vivirla debes arriesgar porque supone un cambio de vida, de hábitos, de manera de ser. Que tus esfuerzos y sacrificios se vean recompensados por los saltos cualitativos que des en tu vida de fe. No dejes pasar por alto la Cuaresma, pensando que ya llegarán los días en los que te pondrás en modo “ON” para tu conversión. El tiempo apremia y has de comenzar hoy porquees miércoles de Ceniza.«Lo que hagas hazlo en lo escondido, porque tu Padre que ve en lo escondido te recompensará» (Mt 6, 1-6.16-18). Busca tu recompensa en el Señor, que tus reconocimientos vengan por las miradas de amor que Dios te echa y no por las palmaditas en la espalda que te dan los demás, llenándote así de orgullo personal, satisfacción y vanagloria.
Hay veces que nuestro camino se hace demasiado cuesta arriba. La vida nos marcha bien, hasta que de repente nos llegan sorpresas inesperadas que nos hacen reaccionar, tanto para bien, como para mal; según nos pille y dependiendo del ánimo con el que nos encontramos, reaccionamos mejor o peor. Cuando se tratan de dificultades y sufrimientos, experimentamos el peso de la vida, de los problemas, y nos creamos una coraza que se interpone entre cada uno y lo que nos rodea, para hacernos fuertes, impenetrables; lo que pasa es que por mucho que queramos resistir, hay veces que el sentimiento de culpa, impotencia, desazón y desánimo pueden más dentro de nosotros mismos, y terminan haciéndonos más daño del que quisiéramos. Afrontar los problemas y dificultades no resulta para nada sencillo, pero es ante la adversidad donde tenemos que superarnos para no sucumbir al desaliento y así podamos encontrar la fuerza y la manera de salir adelante.