
Cuántas veces hemos etiquetado a una persona por la primera impresión que nos hemos llevado de ella. Cuántas veces hemos hablado de esa persona juzgando por esa primera toma de contacto que hemos tenido. Sabemos que sobra que los prejuicios no son buenos, porque condicionan nuestra manera de relacionarnos. Por eso es bueno tener una mirada limpia y pura, cuanto más mejor. En este ámbito sí que tenemos que ser generosos a la hora de mirar bien a los demás para que todo lo que salga de nuestro interior sea bueno y constructivo. Dejarse llevar es lo más fácil. Entrar en una dinámica destructiva significa abrir un gran canal de acción al mal en nuestra vida, entre otras cosas porque sin darnos cuenta estamos dejando que nuestro corazón se endurezca por los malos sentimientos hacia los otros que cada vez nos hacen más injustos en nuestra manera de mirar y por supuesto de tratar.

Hay ocasiones en las que nos gusta presumir ante los demás de lo que somos, hemos conseguido o se nos da hacer bien. Nos gusta que nos miren bien y que nos tengan en consideración. Además, socialmente también nos sentimos bien cuando somos aceptados y los demás nos tienen en cuenta y quieren que estemos con ellos. Esto hace que nos esforcemos por conservar nuestra buena imagen y si se puede acrecentarla, mejor.
Cuántas veces nos hemos visto comprometidos por nuestras palabras, por aquello que hemos dicho y que luego no hemos hecho. Habitualmente decimos que somos esclavos de nuestras propias palabras, pues lo que hoy criticamos y juzgamos, mañana quizás estamos realizando aquello que hemos censurado.