
Seguro que todos hemos tenido experiencias donde no nos ha importado pasar por un momento duro y difícil porque al final hemos tenido una recompensa gratificante. Los momentos de dificultad y de apuro nunca son agradables; tenemos que pasarlos, a pesar de que no los deseamos y preferimos estar siempre bien. En esos momentos de dificultad es cuando aflora la angustia, la tensión, la inseguridad que se nos crea al ver que todo se nos tambalea y que parece que el hogar que hemos cimentado no es todo lo resistente que creíamos, porque con mucha facilidad se nos vuelve vulnerable.



Si hay algo que apenas nos gusta es que no nos den explicaciones de lo que tenemos que hacer. Siempre necesitamos un motivo, una explicación del por qué tenemos que hacer las cosas, para hacerlas con agrado y si se puede disfrutar sacándole el mejor provecho a nuestro esfuerzo y a nuestro tiempo. Queremos y necesitamos saber con antelación lo que tenemos que hacer, para organizarnos y que dentro de nuestros esquemas mentales todo esté previsto y sepamos encontrar la motivación necesaria que nos permita dar lo mejor de nosotros mismos.