Somos los protagonistas de nuestra historia y el guion lo vamos haciendo con lo que cada uno vivimos. Sí, Dios nos quiere protagonistas principales y únicos del guion de nuestras vidas. Nos quiere activos, sin medias tintas, «¡Ojalá fueras frío o caliente! Pero porque eres tibio, ni frío ni caliente, estoy a punto de vomitarte de mi boca» (Ap 3, 15-16). Nos pueden parecer duras estas palabras, aunque bien es cierto que muchas veces somos tibios con el Señor y con los compromisos de nuestras vidas. Para esto ha venido Jesús, para comprometernos y hacernos protagonistas del Evangelio. Estamos en el tiempo del Espíritu Santo y daremos testimonio cuando vivamos unidos y en comunión con los demás.

Si estamos dispuestos a aceptar los retos de Dios, a fiarnos de él y a lanzarnos a seguir sus pasos y hacer todo el bien posible a las personas que nos rodean no nos vamos a ver defraudados. Así lo vivieron los discípulos. Les costó dar el paso y vencer sus miedos.



Siempre me ha llamado la atención cuando me han dicho que se utilizan menos músculos de la cara cuando se sonríe que cuando se está enfadado. Hay muchos tipos de sonrisa: alegría, miedo, vergüenza, enfado, dolor, desprecio, incredulidad, júbilo, entusiasmo… La sonrisa la utilizamos cuando estamos pasando un buen momento y también cuando no es tan bueno. Y es que el ser humano es capaz de sonreír y sin embargo de confundir y disimular el estado de ánimo que se puede tener en el momento.



Por las circunstancias de la vida y de los tiempos que corren hoy nos fiamos de muy poca gente. Son muchas las situaciones en las que desconfiamos, cuando alguien desconocido se acerca a pedirnos algo podemos llegar a desconfiar de él y pensar que nos quiere engañar. Recuerdo hace años que una persona mayor de mi pueblo natal, Noblejas, me decía: “Hoy todas las puertas de las casas están cerradas, echo de menos el verlas abiertas y poder entrar, sentarme con el vecino y tener un rato ameno de conversación. Ya no nos fiamos de nadie”.