
Sentimos la necesidad de compartir nuestras experiencias, sentimientos y vivencias con las personas que tenemos a nuestro lado. Para ello necesitamos cultivar la confianza a través del diálogo sincero que nos ayude a profundizar en nuestras relaciones personales, abriendo nuestro corazón sin ningún tipo de reserva y dejando que nuestras vivencias sean las que enriquezcan nuestras relaciones personales con los demás. Todos tenemos personas con las que podemos hablar sinceramente y que nos hacen sentir bien, pues somos escuchados, comprendidos y queridos. Estas personas son imprescindibles en nuestra vida pues nos ayudan a crecer, a vivir la amistad y el amor de una manera mucho más profunda. ¡Qué hermoso es tener personas que saquen lo mejor de ti en cada momento! Así nos sentimos más felices y realizados en nuestro caminar cotidiano.
Tarde o temprano en nuestra vida tenemos que tomar decisiones que nos provocan intranquilidad, inseguridad y miedo de saber si lo que estamos decidiendo es lo más conveniente o no para nuestra vida. Le solemos pedir al Señor que nos hable y nos haga ver claro qué es lo correcto. La incertidumbre nos suele atenazar y nos provoca mucha angustia en el momento de tomar decisiones. Es una sensación que se nos escapa de nuestro control y nos quita la paz; hace que todo se nos tambalee y que no dejemos de dar vueltas en la cabeza a lo que estamos viviendo. Tantas preguntas impiden que cuando nos ponemos en oración veamos con claridad qué es lo que tenemos que hacer y cómo Dios nos está hablando. Por eso en los momentos en los que te encuentres en tu encrucijada personal busca silencio en tu alma y tu corazón, para poder escuchar claramente lo que Dios te está diciendo.

