Dame paciencia, Señor

Hay veces que cuesta trabajo ser paciente y sobre todo demostrarlo. En muchas ocasiones la perdemos y nos llenamos de ira porque tenemos desencuentros o situaciones que ni nos gustan ni ayudan y hacen que “saltemos por los aires”. Humanamente puede tener su justificación, especialmente cuando estamos al límite, aunque como creyentes tenemos que confiar en Dios y en sus tiempos.

«Corramos, con constancia, en la carrera que nos toca, renunciando a todo lo que nos estorba y al pecado que nos asedia, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe, Jesús». (Heb 12, 1-2). Hay veces que pensamos que la paciencia significa esperar, y la espera nos puede llevar a la pasividad, el significado que el Señor nos quiere transmitir no es este, sino más bien el de perseverar, ser constantes; los momentos que necesitamos llegarán y los esperamos con esa paciencia que nos hace confiar y no desesperarnos ni impacientarnos porque no suceden ni se solucionan las cosas en los ritmos que nosotros esperamos. Por eso ponemos nuestra mirada en Jesús, para no perder el norte de hacia dónde tenemos que caminar, rechazando cada tentación que se nos presenta a lo largo de la carrera que estamos realizando y que nos puede llevar a la desconfianza, a la duda y a distanciarnos de Dios, porque las soluciones no llegan.

Para que la paciencia sea parte de nuestra forma de ser hemos de realizar un esfuerzo y así convertirla en una virtud innata. Para ello hemos de acudir al Señor para integrar el fruto de la paciencia dentro de nosotros, ya que por nuestra propia condición no estamos llamados a ser pacientes. Cada una de las dificultades que se nos presentan, son oportunidades que se nos brindan para perfeccionar nuestra paciencia desde la fe: «Considerad, hermanos míos, un gran gozo cuando os veáis rodeados de toda clase de pruebas, sabiendo que la autenticidad de vuestra fe produce paciencia. Pero que la paciencia lleve consigo una obra perfecta, para que seáis perfectos e íntegros, sin ninguna deficiencia» (Sant 1, 2-4). Convertir las pruebas en gozo desde luego que es un reto; ¿alcanzable?, si lo vivimos desde la fe y la confianza en Jesucristo es posible; ¿difícil?, si no aspiramos a la perfección, ardua tarea, sí, especialmente si somos conscientes de que con la Gracia de Dios todo se puede, porque para Él nada es imposible.

Para ser paciente vive con un corazón agradecido pase lo que pase en tu vida: «Dad gracias en toda ocasión: esta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto de vosotros. No apaguéis el espíritu» (1 Tes 5, 18-19). Perder la paz y desesperarse, humanamente es lo más fácil, porque toda perspectiva cambia. Que tu fe te lleve a ser paciente y esperar los tiempos del Señor es lo que te permitirá reavivar tu esperanza para seguir dando sentido a tu vida y poder vivir con ese agradecimiento de sentirte hijo, sabiendo que Dios es tu Padre y que te cuida siempre, que no se olvida de ti.

Para ser paciente hay que saber abrazar la cruz y cargar con ella, es la manera de aceptar desde la fe. Confía porque Dios siempre cumple lo que promete, porque es fiel y nunca defrauda. Tenemos su fuerza y esta es la que nos va a permitir combatir la frustración e impotencia que se nos genera, para que el tiempo que tenemos que estar en la incertidumbre no se nos pase lento y lleno de angustia, sino que nuestra fe nos ayude a entrar en la presencia de Dios y estar seguros y confiados de que todo llegará en el momento oportuno. Así estarás en paz y sereno.

Señor Jesús, ayúdame a ser paciente,

para que pueda esperar tranquilo,

sabiendo que estoy en tus manos

y que no me vas a defraudar.

Que en los momentos que peor me sienta,

sepa acudir a ti,

para que llenes mi alma de amor y confianza,

no desespere y te vea con claridad.