
Necesitamos motivos para creer, para mantener vivas nuestras esperanzas, y no desfallecer ante las empresas que emprendemos. A lo largo de nuestra vida hemos podido vivir momentos en los que nos ha costado encontrar la confianza en nosotros mismos: porque no nos hemos valorado lo suficiente; porque pensábamos que nos sentíamos capaces de hacer lo que nos encomendaban; porque nos hemos sentido inseguros al compararnos con los demás; porque hemos vivido situaciones duras en las que nos han flaqueado las fuerzas, el ánimo y la esperanza, y nos hemos visto superados por el agobio del momento. En definitiva, ante estos momentos no te rindas, no bajes los brazos ni dejes que la oscuridad de la tristeza y el desánimo entre en tu corazón. Busca tu inspiración en el Señor que te ayudará a reafirmarte en tu fe y a no sucumbir ante los miedos y temores que te paralizan.
Estamos habituados al ruido en nuestra vida. Tan acostumbrados estamos que lo pasamos a un segundo plano y somos capaces de seguir con nuestra vida y nuestras tareas tranquilamente, como si no ocurriese nada. Cuando estamos solos solemos ponernos música que nos gusta y nos hace sentir bien, o bien nos comunicamos con el móvil a través de las redes sociales, aunque a nuestro alrededor haya silencio. Solemos tener nuestra mente ocupada haciendo o viendo algo para así pasar el tiempo. Todos sabemos que es necesario comunicarse, pues tenemos dependencia de los demás y creamos lazos de amor y amistad con ellos. Hay veces que guardamos silencios, precisamente cuando no debemos, pues nos encontramos en circunstancias en las que tenemos que decir algo a los demás, concretamente cuando se equivocan o no vemos y compartimos algo que están haciendo, y por respeto humano nos callamos, nos reservamos nuestras opinión para así quedar bien y no crearnos ningún conflicto que nos pueda perjudicar.

Cuando éramos pequeños teníamos una serie de metas y propósitos, por ejemplo, que llegase el fin de semana para irnos a jugar al parque, con los amigos, a ver a los abuelos, irte con los amigos al banco de la avenida para pasar allí la tarde… esas simplicidades que eran tan importantes para nosotros en las que invertíamos todas nuestras energías y donde nos lo pasábamos tan bien que decíamos que éramos muy felices. Con el paso del tiempo los deseos han ido cambiando y vamos viendo que lo que antes para nosotros era tan importante, hoy quizás lo es menos, excepto cuidar a la familia y a los verdaderos amigos.

Alguna que otra vez nos hemos arrepentido de haber dicho algo que no estaba bien cuando discutíamos con alguna persona o cuando hemos sido imprudentes, sin medir nuestras palabras ni las consecuencias de estas. Todos sabemos que tenemos que controlarnos a la hora de hablar, ya que somos conscientes del daño que podemos hacer a otras personas con la lengua. Es más, bien sabemos que la lengua es una espada afilada capaz de llegar a matar a muchas personas cuando no la utilizamos bien. Por eso, hemos de ser cuidadosos para no dejarnos llevar por el morbo, comentarios fáciles, críticas y juicios que en ocasiones llegan a hacer mucho daño porque no somos capaces de medir sus consecuencias.
