Una gota de fe (mi experiencia en Medjugorje)

Bien sabemos que la vida es un camino lleno de buenos y malos momentos. Solemos decir que la vida es un peregrinaje, donde vamos avanzando hacia la meta, hacia nuestro encuentro con Dios. Queremos que nuestra vida esté llena de momentos de felicidad y de alegría, aunque también tenemos que contar con las dificultades que nos vienen, algunas nos las buscamos nosotros, otras nos vienen solas, sin pedirnos permiso por si nos vienen bien o no. Cada uno iniciamos nuestros caminos y nos vamos rodeando de las personas con las que queremos compartir nuestro camino. Buscamos ante todo la felicidad, la suya y la nuestra; constatamos que hay personas que con menos esfuerzo son más felices que otras; otras en cambio tienen que emplear más energías en conseguir tan ansiado regalo; también constatamos con inmensa tristeza la infelicidad que muchas personas, algunas cercanas a nosotros, viven porque en su camino las cosas les resultan más difíciles y no les salen como les gustaría.
En este caminar necesitamos de los Oasis en medio de este mundo donde poder descansar, recuperarnos, reencontrarnos, renovarnos, reilusionarnos (y tantos “re-“ que podríamos poner), necesarios en nuestro camino, para continuar con más fuerza y sentido nuestra propia marcha. Uno de ellos es Medjugorje, un lugar donde se palpa la presencia del Señor Jesús y de su Madre Maria. Lugar donde el alma descansa y se sana. Lugar donde vivir la fe parece que no cuesta trabajo, porque te ves impulsado por el entorno, por la multitud de almas que como tú oran, cantan y alaban al Señor y a su Madre. Son muchos los frutos que se dan cada día en este Oasis; donde los peregrinos acuden con fe y con el deseo de recibir esas dosis o gotas de fe que van cayendo del cielo en el alma de cada uno, y que renueva la Gracia de Dios, cuando arrepentidos reciben la absolución por sus pecados en esas largas filas de sanación espiritual que son los confesionarios. Es maravilloso y enriquecedor ver cómo Dios derrama su Gracia a tantos hijos pródigos que quieren volver a la casa del Padre Bueno.
Al igual que ríos de Gracia bajan desde el cielo al Oasis de Medjugorje, suben las oraciones de los penitentes en los montes Podbrvo y Krizevac, rezando el Rosario y rememorando el Via Crucis del Señor para morir en la Cruz. La Cruz es la meta en la dura subida, pero en Medjugorje se convierte en el paso a la Vida que encuentras en la Eucaristía, cuando recibes al Señor sumergido en el recogimiento, sintiéndote bendecido porque Dios entra en tu corazón y sumerge tu alma en la experiencia más gozosa e íntima que puede tener el ser humano: comulgar. Y reforzarla con otros dos momentos más gozosos y profundos del Oasis: la adoración a Jesús Sacramentado y a la Cruz. Parece que el tiempo se para, porque Él todo lo llena. Surge la alabanza, la petición, el agradecimiento más sincero, porque te das cuenta que ante tu pequeñez y miseria, Dios te bendice y te dice: “No temas, estoy contigo, no te abandonaré nunca. Confía en mí que a mi lado todo saldrá adelante. Basta que tengas fe”.


Es la vida en la fe, en el Señor Resucitado, que derrama vida y esperanza a través de esas gotas que salen de Él, de su rodilla derecha, como el agua que mana del costado en la Cruz, y que se convierten en sanación, esperanza, amor y fe, para tantas personas que reciben esos frutos de quienes han estado en el Oasis de Medjugorje, confiando en que también sus plegarias serán escuchadas gracias a esas gotas de fe que desde allí son repartidas. Estas gotas de fe las llevamos también en forma de experiencias de encuentro con Cristo; cambios de dirección en nuestra vida gracias a la conversión; lagrimas de amor derramadas ante la inmensa Bondad y Misericordia del Dios Bueno que no cesa de deshacerse por sus hijos. Y es que la experiencia del Encuentro con el Resucitado, te llena de paz, de serenidad y calma, te hacen ver la necesidad de silencio que has de tener en tu vida para que el cansancio, la rutina, los esfuerzos cotidianos, las prisas del día a día… no te hagan perder la frescura y renovación con la que sales del Oasis de Medjugorje.
Ayuno y Oración es lo que la Iglesia nos pide, para que cada día tu vida espiritual vaya teniendo esas gotas de fe, que tantos necesitamos para mantener intacta la experiencia de tu estancia en el Oasis, y sobre todo, para que los frutos no se vean ni mermados ni ocultados por la virulencia del mundo tentador y pecador en el que nos sumergimos cuando la actividad nos envuelve y engaña con momentos que parecen que son más poderosos que el mismo Dios.
Mantente firme en la fe para no sucumbir y para no perder esa fuerza espiritual con la que sales del oasis. Tenemos la mejor ayuda del mundo: Cristo y nuestra Madre Maria, Reina de la Paz. Que ellos te guíen y te ayuden para que cada experiencia de vida que tengas sea una gota más de fe que te enriquezca. María, Reina de la Paz, ruega por nosotros.