La voz de Dios

Estamos llenos de voces que nos interpelan, juzgan, entretienen…, y van llenando nuestra vida. Piensa por un momento cuántas voces escuchas todos los días y de dónde te llegan cada una de ellas; piensa en el tiempo que inviertes en escucharlas, las energías que utilizas y el beneficio que te aportan en tu vida.
Por experiencia sabemos que hay personas que nos enriquecen y personas que son tóxicas en nuestra vida, y no aportan nada, salvo negatividad, siempre quejándose, juzgando, criticando y destruyendo lo que hay. Con estas personas hay que ser pacientes y amarlas, aunque no podemos dejar que nos quiten la paz y el deseo de mejorar, caminar, avanzar. Reza por ellas, para que con la ayuda del Señor puedan cada día aprender a mirar la vida con la mirada del Señor del amor, que siempre construye y edifica la casa sobre la Roca.


Necesitamos escuchar cada día la Voz de Dios, que con silencio y ternura nos habla a cada momento para mostrarnos el camino que nos ayudará a encontrar la realización personal y la felicidad en lo que hacemos. Dios no nos va a dar nunca la felicidad tal cual…, nos va a poner en el camino que nos conduce hacia ella, para que desarrollando nuestros propios talentos, seamos capaces de hacerlos fructificar, desarrollándolos en nuestra vida cotidiana y compartiéndolos con los demás. Desde el Evangelio no pretendas encontrar la felicidad en solitario, necesitaremos de los hermanos, para construir el Reino de Dios, y hacer que a nuestro alrededor, quienes nos rodean, sean más felices y se puedan sentir mucho más realizados con lo que les aportamos, compartimos y entregamos.
Si algo necesitamos, pues, es escuchar la Voz de Dios, que nos muestra el camino que tenemos que seguir. En este camino tenemos que saber guardar el justo equilibrio entre lo que hacemos y lo que rezamos. Es más fácil y tentador centrarse en el activismo que en la contemplación. La manera de escuchar la voz de Dios es cultivando nuestra oración, siendo conscientes de que es el momento más importante del día, pues la Voz de Dios serena, tranquiliza, sosiega y nos ayuda a ver la vida de una forma distinta: siempre desde el Evangelio, el servicio y la Misericordia. Has de tener la capacidad de no dejarte llevar por el activismo, por los quehaceres cotidianos absorbentes, que te quitan fuerza y van enfriando tu espíritu, distanciándote del Señor, y entrando en esa dinámica de desapego espiritual, donde empiezas a experimentar que por un día sin rezar, sin pararte a meditar, no pasa nada. Y le quitas un poco de importancia a lo que es vital, para tranquilizar tu conciencia y así no tener remordimientos.


Dice el apóstol Santiago: «Sed humildes ante Dios, pero resistid al diablo y huirá de vosotros. Acercaos a Dios y Él se acercará a vosotros. Lavaos las manos pecadores; purificad el corazón los inconstantes». (Sant 4, 7-8). Para escuchar la voz de Dios hemos de mantenernos firmes en nuestra fe, sabiendo que hemos de combatir las continuas tentaciones a las que somos sometidos, pues son muchas las seducciones del mundo que quieren ofrecernos una vida distinta a la de Dios. Dios siempre ha hablado muy claramente al pueblo de Israel, y Jesús fue muy directo con los fariseos, escribas y saduceos, pues vivían más pendiente del cumplimiento de la ley que de practicar la caridad y la misericordia.
Que esto no ocurra en tu vida, purifica tu corazón, porque cuanto más puro y limpio lo tengas, escucharás más claro y alto todo lo que Dios te está diciendo; precisamente porque has preparado tu camino, y has entrado en una dinámica de vida donde lo importante es vivir con fidelidad tu vida de fe y cuidarla con esmero. Ten claro que no todo vale en esta vida, que si quieres tener a Dios presente has de perseverar y tratarlo como algo frágil, pues a la mínima nos alejamos de Dios y se va de nuestro lado, no porque Él lo quiera, sino porque nosotros andamos tanto en nuestro mundo y a lo nuestro, que rápidamente nos ocupamos de nuestras preocupaciones y agobios antes que de Él.
Que el rumor de Dios esté siempre presente en tu vida, para que así puedas escuchar con nitidez y claridad todo lo que te quiere decir, para que seas un verdadero discípulo suyo. ¿Estás decidido?