Tu vida es una bendición

Que cada día de tu vida sea una bendición por todo lo que el Señor te ha permitido vivir y por la maravillosa oportunidad que tendrás a lo largo de este día de bendecirlo y alabarlo, con un corazón agradecido, por todo lo que vives y lo que tienes en tus manos para realizar pequeños gestos de amor en su nombre. Esos gestos que llenan tu corazón y el de los que te rodean. Así no solo bendecirás al Señor, también a los demás, porque conviertes tu vida y la de los hermanos en un don, en un regalo que el Señor te ha dado para que lo compartas con todos. No te quedes en las palabras bonitas y en los gestos que te hacen quedar bien, esfuérzate cada día por hablar bien de los otros con amor y contárselo en tu oración y con tus palabras a Dios y a los demás. Así lo hizo Jesús cada vez que tenía la oportunidad de ayudar a quien se acercaba a Él. Siempre miraba al cielo, y después de invocar al Padre sanaba y bendecía. Así fue el milagro de los panes y de los peces (cf. Lc 9, 11-17), el Señor Jesús miró al cielo y pronunció la bendición. Entonces se produce el milagro.

¿Qué bendición pronuncias tú? Has sido bendecido desde el día de tu Bautismo y eres hijo de Dios, elegido por Él. No lo olvides nunca, porque el Señor sigue contando contigo para hacer cosas grandes en su nombre. En muchas expresiones coloquiales bendices al Señor con tus buenas palabras, también con tus buenos gestos. No olvides nunca todo lo bueno que puedes hacer porque tienes capacidad para amar y hacer todo con el corazón. Quien bendice lo hace desde el corazón, mirando siempre lo bueno que tiene el hermano, viviendo cada día como el mayor don que Jesús te regala, porque se presentan ante ti maravillosas oportunidades para sacar lo mejor de ti y de los demás y ofrecérselo al Señor como la mejor ofrenda. Así la bendición se convierte también en donación, porque te entregas con tu cuerpo y tu alma, haciendo todo el bien del mundo a todos, sin excepción. Este es el deseo de Dios, que toda nuestra vida sea bendición, “bien decir”, “decir bien” los unos del otros, porque el amor se transforma en gratuidad y deja de ser interesado.

Entiende que el mundo necesita personas como tú, capaces de mirar al corazón de los demás, sin dejarse llevar por intereses particulares que desvirtúan el amor verdadero. Por eso la llamada que el Señor nos hace a realizar bien las cosas. Hacer las cosas bien, qué bien suena, pero cuánto trabajo nos cuesta. Para hacer las cosas bien necesitas inspiración: el Evangelio, que es la mejor fuente de la que se puede aprender. Nos lleva a amar desinteresadamente, sin esperar nada a cambio. Y ahí Dios espera sacar lo mejor de ti, transformando tu vida y convirtiéndola en una fuente de amor incesante. ¿Te atreves? Al principio el temor y el miedo a lo desconocido pueden cohibirte un poco, no temas; ponte en las manos de Jesús y déjate hacer por él, que ya verás qué fácil empiezan a resultar las cosas cuando te fías de Él de corazón. Entonces comenzarás y seguirás descubriendo el verdadero sentido y valor de entregar la vida, como lo ha hecho Jesús en la cruz y lo hace cada día en la Eucaristía. Cristo se entrega para ser tu alimento. No hay mayor regalo, mayor don que puedas vivir y contemplar: el milagro de la Eucaristía; alimento y fuente de amor y entrega.

No dejes que entre el mal en tu vida en forma de lamentaciones, porque es lo contrario a “decir bien” de los demás. En tu vida debe haber la misma sintonía entre tus palabras y acciones, para que así, ante los demás, te presentes con un corazón sincero y puedas ser reflejo de Dios. Gran responsabilidad, que cuando se vive desde la gratuidad, el Señor Jesús se encarga de que todo fluya con naturalidad, así vivir el Evangelio se convierte en una oportunidad para seguir sembrando en su nombre. Tú eres sembrador y tierra a la vez. Para poder sembrar has de tener la tierra de tu corazón bien abonada y puedas seguir dando frutos, y esos frutos son oportunidades para seguir sembrando el amor de Dios allá donde estés, con todas las personas que te rodean. Esto es una bendición. Un regalo grande que el Señor te está permitiendo vivir cada día. Tu vida es una bendición.