
Perdonar y no tener en cuenta el mal que te hagan. Qué fácil resulta predicarlo y lo que humanamente cuesta llevarlo a la práctica. Si algo he aprendido en mi vida de sacerdote es a hacer las cosas y procurar tener siempre la conciencia tranquila ante el Señor, buscando actuar sin perjudicar a nadie ni aprovecharme de nadie. De hecho, este es uno de mis lemas con los cuáles quise iniciar mi sacerdocio y quiero seguir llevando a la práctica cada día de mi vida. Entre otras cosas porque siempre me he propuesto dormir con la conciencia tranquila, siendo consciente de que en la vida y en una parroquia es imposible contentar a todo el mundo y caer bien.
Sabemos, más que de sobra, que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. Esta es nuestra condición, somos persistentes e incluso algunas veces obstinados en nuestros comportamientos. Parece que si no estamos convencidos y no lo vemos claro, perseveramos con nuestras actitudes, aunque no nos estén haciendo ningún bien. Necesitamos estar convencidos y motivados para emprender los retos que nos proponemos y hacerlos realidad a pesar de los esfuerzos que nos pueden costar.