
Hace unos meses una persona, que prefiere estar en el anonimato, me compartió esta experiencia vital. Acababa de pasar un gran bache y después de que todo pasó, ha querido compartir su fe, lo que en los momentos de dificultad le hace agarrarse al Señor, con lo que desde pequeña ha aprendido de sus mayores. Y es que todos necesitamos que nos enseñen y acompañen cuando aún estamos dando nuestros primeros pasos en la fe. Y en nuestra fe adulta, somos nosotros los que tenemos que compartir y transmitir también nuestra fe, desde nuestra propia experiencia personal.
Dice así:
Cada uno de nosotros vivimos la fe según nos han inculcado desde pequeños,en mi caso siempre en mi familia he escuchado “encomiéndate” y verás como todo se soluciona. Ya en la madurez cada vez entiendo mejor lo que significa. Cuando las personas que más quieres se van; cuando hay grandes socavones en el camino y en la más absoluta soledad me encuentro, yo me encomiendo. Me encomiendo a Dios Padre, porque siempre está conmigo; me encomiendo a las personas que se han ido, porque me cuidan desde el cielo. Respiro, cojo fuerzas y hago mis oraciones.
Dios siempre tiene algo nuevo que ofrecernos. Nos habla cada día para que en nuestra vida de fe no desfallezcamos, no nos perdamos ante lo que el mundo nos oferta. Son muchos los caminos que podemos tomar, pues la sociedad nos bombardea a cada momento para que la elijamos a ella y nos sumerjamos en su mundo, lleno de consumo, individualismo, falta de amor al prójimo, comodidades y facilidades. A la sociedad le interesa que no pensemos, que no tengamos momentos de reflexión para que así evitemos pensar y recapacitar sobre lo que estamos viviendo y nos está diciendo, pues bien sabe que lo más le favorece es que tengamos nuestra conciencia adormecida y no pongamos ningún filtro que nos haga tomar otro camino distinto al que nos propone. El único filtro que nos deja utilizar es el de las fotografías y vídeos, para que podamos vernos mejor en aquello que compartimos en las redes y así nos sintamos verdaderamente bellos, dejando a un lado la belleza del alma, que nos permite tomar conciencia de lo que estamos haciendo.
Muchas son las veces que hemos escuchado que “el hombre propone y Dios dispone”, porque nos hemos hecho nuestros propios planes y a la hora de desarrollarlos nos han salido otros totalmente distintos. Lo mismo nos ocurre a la hora de hablar con una persona, nos hacemos una composición de nuestra conversación y luego nos sale por otros derroteros totalmente distintos, dejándonos incluso cosas importantes que habíamos pensado expresar.




