Paz y calma

No perder la paz y la calma es todo un reto, especialmente cuando estás en medio de la tormenta de tu vida. Hay veces en las que nos metemos de lleno en ella, movidos por la inercia de nuestra vida; otras es ella la que viene a nosotros de improviso y nos sorprende; en otras vamos viendo cómo se va formando ante nuestros ojos y no podemos hacer nada. Ante estas situaciones es todo un reto mantenerse en Dios y confiar en Él. La teoría sabemos que es muy fácil, la práctica es otra cosa. Los que nos quieren y son conocedores de la situación nos hablan, animan y apoyan, aunque la profesión va por dentro y a veces nuestros sentimientos son incontrolables porque nos llevan a esa confusión tal, que dudamos de todo y pensamos que todo se está derrumbando por momentos. No es así. Las horas y los días pasan y te vas dando cuenta, poco a poco, que la vida sigue. Acostumbrarse cuesta, pero al final, con mayor o menor esfuerzo, humanamente llegas a hacerlo y tu percepción de la realidad empieza a cambiar porque tu interior también lo está haciendo. 

Siempre está el peligro de resignarse y conformarse. Vivir así es un error. Hay que buscar la manera de volver a ilusionarse y redescubrir el nuevo sentido de tu vida, que, aunque te parezca que lo has perdido o está escondido, no es así porque está aguardando a que lo encuentres para manifestarse ante ti con toda su fuerza y potencia. Son en estos momentos donde la fe ha de ser tu principal apoyo y el motor de tu vida. Apartarse de Dios es un grave error, porque das pie a que el vacío que hay en tu interior sea mucho más grande, pues el hueco que deja Dios en la vida del hombre cuando lo deja marchar es insustituible. Ten claro que lo que Dios hace en tu vida siempre es para ayudarte a caminar, nunca para lastrarte. Por eso confía, para que la paz y la calma se hagan fuertes en ti y nada ni nadie te aparte del amor del Señor: «Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor» (Rom 8, 38-39).

Es el amor lo que llena el corazón y da sentido a nuestra vida. El amor nos da calor y no nos hace sentir solos, porque siempre permanece. El apoyo incondicional de los nuestros es lo que más nos reconforta y necesitamos cuando todo está revuelto en nuestra vida y en nuestro interior. Esa mano amiga que se tiende y ese hombro que se presta para apoyarte en él y caminar mejor. No pierdas la paz y la calma. Antes de seguir adentrándote en la tormenta que te rodea, párate y busca a Dios. No pienses, incluso me atrevo a decirte, no sientas. Abre tu corazón a Dios y déjale que entre. Espera con paciencia y sí, resígnate un poco (nótese la ironía) para seguir empapándote en medio de ella; total ya lo estás, porqué no estar un rato más. Estoy convencido que ese tiempo de espera merecerá y mucho la pena, Dios entrará en tu vida y todo cambiará en tu interior. Verás las cosas de una manera totalmente distinta. Te ayudará a ver tu tormenta de otra forma; así la paz y la calma empezarán a adentrarse en ti y reemprenderás la marcha con otro ánimo y otra mirada. «Dios el la Roca, sus obras son perfectas, sus caminos son justos, es un Dios fiel, sin maldad; es justo y recto» (Dt 32, 4). Podrás apoyarte en Él y constatarás que estando contigo todo es distinto. Notarás cómo te guía y te protege, cómo te agarra cuando estás a punto de dar un traspiés para ponerte en un camino más seguro; y casi sin darte cuenta habrás salido de la tormenta y verás un horizonte mucho más claro, porque ante ti, Dios ha puesto su proyecto para que camines dando testimonio de todo lo que Jesús está haciendo y aportando a tu vida. Y la paz, la alegría, la ilusión y la esperanza te ayudarán a ser un buen testigo de cómo ante las dificultades de tu vida, el Señor te ha rescatado, te ha ayudado y no te ha dejado solo. No pierdas la paz y la calma. ¡JHR!