Dios cierra una puerta, pero abre una ventana

Que ni el tiempo ni la vida te quiten la ilusión. Estas palabras en determinados momentos pueden resultar muy difíciles de realizarlas. Hay que sobreponerse a las situaciones cuando tropezamos o cuando nos tiran. Pero no podemos rendirnos. Perder la ilusión es ahogar la esperanza y bajar los brazos, dejar de luchar, sucumbir a la tristeza y dejar que la amargura entre en tu corazón, llenándolo de sinsabores y de completa resignación. ¡Revélate a esta situación! Quizás no encuentres salida en este preciso momento, pero ten en cuenta esto: “Dios cierra una puerta, pero abre una ventana”. Me lo enseñó una persona muy especial en unos momentos muy difíciles, y en medio de estos momentos apareció la figura de la Virgen María, que ciertamente termina dejándote a los pies de Jesús. Por eso, no claudiques, confía en Dios y agárrate fuertemente a la Virgen María, y tu modo de afrontar los problemas serán distintos, los verás desde otra visión y no te sentirás solo, porque Él es el compañero de camino que sale a tu encuentro para acompañarte. ¡Escúchale! Quizás tu mente piensa a mil por hora, incluso barbaridades…; procura hacer silencio en tu interior para escuchar la voz de Dios, que te está explicando el sentido de todo. Sé paciente y no desesperes. Es posible que te cueste, pero conforme vayas caminando al lado de Jesús, buscando su presencia y su compañía, comenzarás a sentirte de otra manera porque tu corazón empezará a arder, a vibrar, a sentir el amor de Dios de una manera especial.

No huyas ni te evadas. Esta actitud te va a llevar a encerrarte más en ti mismo y en tus propias razones; y te van a impedir ver un poco más allá ese horizonte que tienes a la vuelta de la esquina y que por la situación que estás viviendo te está costando descubrir. Es verdad, necesitas un poco de serenidad, de calma, de silencio interior que te permita encontrarte contigo mismo y con el Señor, que está deseando dialogar contigo mirándote a los ojos y calarte hasta lo más profundo de tu ser. «¿No se venden un par de gorriones por un céntimo? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo: valéis más vosotros que muchos gorriones» (Mt 10, 29-31). Deja que estas palabras resuenen por un momento en tu interior, para que puedas serenarte y llenarte de quietud. Lo más insignificante tiene mucho valor para Dios, porque lo valora y lo cuida. Como a ti quiere valorarte y cuidarte. Que esta sea tu experiencia de Dios en este momento, porque lo necesitas, quizás más que nunca en tu vida.

El Señor quiere ser consuelo para ti, tu paño de lágrimas. Es el que mejor te va a entender y consolar. Conoce todo de ti, hasta lo más insignificante, o lo que tú menos piensas. Que Dios sepa el número de pelos que tienes en tu cabeza significa que te conoce, que sabe cómo te encuentras, qué sientes, qué necesitas. Detente y escúchalo. Porque vales mucho para Él. Le tienes de tu parte, no es tu enemigo, más bien lo contrario, es tu Padre. Quiere decírtelo en la intimidad, en el silencio, donde solo estéis los dos. Es tu decisión y tu opción personal: «A quien se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre que está en los cielos» (Mt 10, 32-33). No lo niegues ni rechaces. No te quedes con la amargura pudiendo tener el consuelo del Señor. Lánzate a experimentarlo para que renueves tu vida y así puedas volver a tu campo de batalla particular a reencontrarte con lo que se ha perdido y reconstruir lo que se ha destruido. No dejes pasar esta oportunidad, porque tienes a Jesús caminando a tu lado, hablándote. ¿Lo escuchas? Te lo está diciendo una vez más y no deja de repetirlo: “Dios cierra una puerta, pero abre una ventana”. Confía y escucha. Lo hace por ti.