Un mar de luz

El Señor Jesús después de resucitar no se queda inmóvil, sin hacer nada, sino que continuamente se está haciendo presente en la vida de los discípulos. Después de haberse reunido en el Cenáculo y encontrarse con el Resucitado volvieron a sus tareas cotidianas, a la normalidad de su vida. Ahí es donde Jesús también se aparece y manifiesta para renovar la vida de los discípulos dentro de su cotidianeidad. El encuentro con Cristo Resucitado no puede hacer que volvamos a nuestra vida como si no hubiese pasado nada, donde todo sigue como siempre, viviendo de la misma manera y sumergidos en las rutinas diarias. El encuentro con Cristo nos debe hacer hombres nuevos, dispuestos a vivir desde el espíritu de la Resurrección. Esto les ocurrió a los discípulos, cuando volvieron a sus tareas de pescadores. Se pasaron toda la noche faenando y no obtuvieron fruto (cf. Jn 21, 1-14), hasta. Que Jesús les dijo: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis» (Jn 21, 6), y todo fue a plena luz del día, no en la oscuridad de la noche. Las obras del hombre nuevo han de realizarse a la luz del Resucitado, iluminados por la claridad que nos da Cristo Jesús. Al llegar de la pesca se sentaron a comer y Jesús termina llamando de nuevo a Pedro y diciéndole: «Sígueme» (Jn 21, 19). Es la llamada a la vida nueva que no podemos rechazar si queremos dejarnos seducir por el Resucitado. Ha llegado el momento de dar ese paso, ese salto que transforme definitivamente el corazón.

Si el Señor se revela en sueños, en la oscuridad de la noche, hacerlo al “alba” quiere decir que es también un momento extraordinario, donde Dios se manifiesta y quiere dar a conocer su voluntad, su proyecto. Es este también el amanecer del primer día de la semana. Es domingo de Pascua, momento de encuentro con el Señor, momento de reconocer su presencia, momento de lanzarse al agua como lo hizo Pedro a recoger los peces que había en la red. Ha llegado la hora de comprometerse y de ser generosos en la misión, siendo testigos de Cristo. En la oscuridad de la noche el mar es oscuro y en la luz de la mañana se percibe clara y transparente. Así es como el Señor Jesús quiere nuestro corazón: limpio y puro, para que haya abundancia de frutos y frescura de vida. La fe nos propicia el encuentro con Dios para que le podamos escuchar con claridad, sin ningún tipo de interferencia que nos impida saber qué es lo que nos está pidiendo. No tengas miedo a decirle que “sí” al Señor con todo tu corazón. Los compromisos que adquieres con el Señor pueden estar llenos de renuncias, de sacrificios…, pero te llevarán a las mayores de las felicidades, porque Él siempre da el ciento por uno.

Aunque parezca que los esfuerzos son estériles, como les pasó a los discípulos en la noche, Jesús viene al encuentro y cambia la situación al momento. Ten por cuenta que la vida espiritual y pastoral no depende de ti, sino que depende del Señor. Los méritos no están en ti, están en Jesucristo que es el Dios de la Vida. Dios siempre sabe cuándo ha de actuar e ir al encuentro. Cuando Juan reconoce en la barca al Señor y se lo dice a Pedro, es cuando se obtiene el fruto y se llena la red de peces. Quien hace eficaz nuestra misión es el Espíritu Santo, que actúa y viene a iluminarnos. Cristo te ama y sigue esperando grandes cosas de ti, no desesperes porque veas que las cosas no marchan como te gustaría. Sé paciente y abre tu corazón, para que el Señor entre y cuando estés preparado, Él vendrá y renovará toda tu vida. para que puedas recoger grandes frutos en su nombre, al entregarte por amor al Evangelio y a construir el Reino de Dios. Esta es la belleza de ser discípulo de Jesús, el poder de creer en Él y fiarse de su palabra te permite tener una fe sincera y firme, por esto es necesario ponerse a la escucha y meditarla cada día. Jesús constantemente nos está invitando a llevar las cargas de los demás, a aceptar la cruz y a la vez ser Cirineo del hermano. Vive con fe y con gozo el plan de Dios, para que cada día sigas experimentando el amor que te tiene y puedas decir que eres feliz porque Él es el centro de tu vida y da sentido a todo lo que haces.