
Buscar la paz y estar en paz. Tan valioso y necesario en nuestra vida. Sé instrumento de paz para hacerla cada día realidad en tu entorno, transmitirla a quienes te rodean y cuidarla con tus palabras y acciones para que no se pierda. Es frágil, rápidamente se puede perder por el más mínimo detalle o contratiempo que surja. Así es nuestro débil carácter, capaz de centrarse en lo que ofende y no es primordial en nuestra vida, y dejarla a un lado olvidando la calma y serenidad, necesarias para no perder los nervios, controlar la ira y reaccionar de la manera más templada posible. Queremos la paz y necesitamos la paz. El primero que ha de tenerla eres tú. Has de fortalecerla en tu interior para que no se vaya al menor contratiempo. Así cuando arrecien las dificultades te mantendrás sereno y tranquilo; tus palabras transmitirán calma a los que te rodean y serás testimonio para los demás de cómo afrontar las dificultades con tranquilidad, manteniendo en todo momento la quietud en tu alma.



¡Qué importante es para nuestra vida interior ser ordenados y perseverantes! El orden nos ayuda a mantener el equilibrio personal que nos hace ser mucho más diligentes y auténticos en nuestro día a día. Habituados a crearnos hábitos de conducta en nuestra vida de fe tenemos que ser más ordenados y perseverantes para que nuestra relación con el Señor sea cada vez más fluida. Todo es cuestión de práctica, y es así como en la oración empezamos a descubrir su importancia. Al principio a todos nos cuesta ponernos, sacar un momento del día, procurando que sea siempre a la misma hora y en el mismo lugar para establecer así una rutina, un hábito. Cuando comenzamos poniéndonos en la presencia del Señor seguramente la mente se nos vaya a otro lugar; nos cuesta trabajo concentrarnos; parece que Dios no nos habla ni escucha; no sabemos qué hacer ni como rezar porque andamos como perdidos.
