
Aceptarme para aceptar. Si quieres llegar a tus metas y cumplir tus objetivos en la vida es necesario aceptarte a ti mismo. Hay veces que te avergüenzas de tus fallos o resulta muy difícil olvidarse y superar los errores o malas decisiones que hayas tomado. Para esto es importante mirarte sin juzgar los defectos o virtudes que puedas tener. Conocerse es fundamental; saber quién eres y hasta dónde eres capaz de llegar, viendo tus limitaciones. Así lo hizo Jesús con los apóstoles: cada uno era de una manera distinta y los fue moldeando y enseñando para convertirse en los testigos del Reino. Los defectos no son los que nos definen como personas, tampoco las virtudes, es obvio que nos influyen, pero hay que tener claro que somos un todo, porque así nos ha querido el Señor.

La palabra envidia viene del latín “in-videa”, que significa “el que mira mal”. Y es que hay veces que miramos mal a las personas deseando algo que ellos pueden tener y nosotros no. Hay veces que la felicidad del otro puede llegar a molestarte e incluso a hacerte sufrir, y esto se vuelve contra nosotros. Santo Tomás de Aquino lo refiere como “el dolor del bien ajeno”. Tendemos a generalizar y solemos decir que el mundo en el que vivimos está lleno de envidia, pero por norma nunca miramos dentro de nosotros, sino que es mejor mirar los defectos y debilidades de los demás.