Que no te asuste la cruz

Tenemos claro como creyentes lo importante que es compartir y acompañar a Jesucristo en su Pasión y Muerte; también sabemos que hemos de asumir la cruz de cada día y cargar con ella para seguirle, pero, cuesta trabajo e incluso a veces da miedo cogerla porque tiene más peso en nuestra vida la comodidad, lo fácil… que lo complicado y auténtico. ¿Qué precio le pones al Señor en tu día a día? Quizás nuestras treinta monedas de plata son nuestro bienestar, la vida fácil, las seguridades que tanto esfuerzo nos ha costado llegar a conseguir; cada uno sabemos aquello a lo que no estamos dispuestos a renunciar; y nos planteamos si nos merece la pena seguir a Jesús o no. A veces es demasiado triste constatar en nuestras vidas que Dios no es tan importante, que hay situaciones que están por encima de Él, y terminamos dañando nuestra fe, debilitándola. La falta de ilusión, provocada por norma general por la falta de oración, hace que Cristo deje de ser el centro de nuestra vida, que nuestra pasión por Él se pierda y poco a poco comencemos a alejarnos de Él, casi sin darnos cuenta, enfriando nuestra alma y entrando en una dinámica de vacío de Dios que torpedea nuestra vida espiritual.

La cruz asusta porque exige. Hacer lo correcto a veces cuesta, porque supone caminar contracorriente, tener que hablar con sinceridad a los demás, comprometernos y entregar nuestra vida y tiempo en entornos que no nos acompañan, y que influyen sobremanera en nosotros, llegando incluso a hacernos tomar conciencia de que solos no podemos cambiar el mundo y que los esfuerzos que realizamos son innecesarios. Que la cruz nos ayude a seguir caminando, a no desfallecer, a creernos capaces de hacer grandes cosas en el nombre del Señor que está con nosotros. ¿Dónde está tu corazón? ¿Qué lo llena? Ha llegado la hora de la verdad, de asumir nuestra condición y de ponernos en las manos de Dios para seguir avanzando y construyendo. Los esfuerzos de cada uno son importantes, pues suman y nos ayudan a mejorar. Es el momento de cargar la cruz sobre nuestros hombros y no echar balones fuera, aceptando lo que la vida nos trae y manteniéndonos íntegramente unidos a Dios. 

La cruz ha de ser nuestro estilo de vida, no tengas miedo de asumirla porque te ayudará a ponerte en el lugar del hermano. Déjate cautivar por ella, porque así comprenderás más fácilmente la necesidad de compartir lo que tienes con los demás, escuchando sus necesidades, sus anhelos más profundos. Hay veces que cuesta trabajo pararse a escuchar, la cruz te ayudará a ser más sensible porque tú también lo estás. Tu fe estará más fuerte, porque no dejas de estar en la presencia del Señor; con Jesús llegarás a ese punto donde darás lo mejor de ti mismo y te ayudará a tener más compasión y cercanía con los que sufren, con los que lloran, con los que se sienten desfallecidos por el peso de la vida. Todo resultará mucho más fácil porque desde lo más profundo y a pesar del dolor y del sufrimiento, cuando decides caminar con tu propia cruz, la vida se llena de paz y serenidad, al descansar en Jesús y poner tu vida en sus manos. Ya sois dos, Cristo y tú, los que camináis juntos. No hacen falta muchas palabras, simplemente avanzar en silencio dejándose hacer por el Señor, el especialista en escribir derecho en renglones torcidos.

La cruz, lugar de muerte, se transforma en origen de vida porque tu fe se ve alimentada con más fuerza que antes. Con la ayuda de Cristo eres capaz de salir de ti mismo al sentir su compañía, la seguridad y confianza que te da, porque Dios te está cuidando y es el primero que enseña el valor del amor y el perdón hacia los que te hacen daño. En la cruz cobra mayor sentido estas palabras de Jesús: «Amad a vuestros enemigos y rezar por los que os persiguen»(Mt 5, 44). Es el momento de empezar a actuar como Jesús nos ha enseñado y nos invita a vivir en el Evangelio. Es el momento de tener una memoria fácil y tener en todo momento presente la Palabra de Dios que siempre nos ayuda a dar sentido a lo que tenemos que vivir. Recuérdalo siempre, la cruz es el paso previo a la Resurrección, a la vida nueva en Cristo.