La llamada de Dios

Dios llama a cada uno por su nombre. Te ha elegido especialmente para que seas hijo suyo, para que aprendas todo lo que tiene que enseñarte y para que encuentres el sentido a todo lo que has de vivir y que te espera si eres capaz de dejarte guiar por el Espíritu Santo. No olvides que el Señor te tiene preparadas cosas grandes, vivencias importantísimas que te permitirán descubrir horizontes desconocidos y experiencias impensables, que harás realidad gracias a la grandeza de Dios. Es el momento de dar el salto y no pensárselo mucho. Jesús te llama para que le sigas mientras pasa a tu lado. Haz como los discípulos, que dejando las redes le siguieron (cf. Lc 5, 4-11); haz como Mateo que levantándose de su mesa recaudadora de impuestos también siguió al Maestro (cf. Mt 9, 9-13). Todos lo hicieron inmediatamente, en el momento que ocurrió. No estuvieron pensando mucho tiempo; en primer lugar, porque la llamada de Jesús fue más que convincente, y en segundo lugar porque rápidamente tuvieron la certeza de que en el Señor estaba la verdadera felicidad, sabían que no iban a fallar en su elección.

La imagen de dejar las redes es un símbolo de la tentación de nostalgia del pasado que podemos tener, de querer recuperar algo que se había querido dejar. Es experiencia de dolor y sufrimiento, porque es casi una invitación a bajar los brazos y desanimarse. No dejes que las redes de tu vida te aten, te envuelvan y te inmovilicen. Es fácil quedarse en ellas porque lo que hemos venido haciendo por costumbre o hábito nos da seguridad, y lo desconocido, el futuro y lo que está por venir siempre produce incertidumbre y temor de saber si elegimos bien. Por eso dejar las redes y levantarse de la mesa de los impuestos inmediatamente es signo de conversión y de vida nueva. Es la invitación que Jesucristo constantemente te está haciendo para que te sientas totalmente liberado y camines dejándote guiar por el Espíritu Santo que bien sabe lo que tiene que hacer contigo. No le pongas ningún impedimento, no le sugieras por dónde tienes que caminar o lo que te gustaría realizar, simplemente abandónate y déjate sorprender porque lo que te propone el Señor siempre es bueno para ti, incluso si no lo entiendes en este preciso momento. 

Ante los fracasos aparentes que muchas veces la vida nos trae, es el Señor Jesús el que sale al encuentro y te llama por tu nombre, directamente. El Señor no espera situaciones ni estados de ánimo ideales, sino que es Él quien los crea. Jesús sabe perfectamente qué es lo que se va a encontrar cuando sale a predicar, es más se va a los lugares donde encontrará pecadores, enfermos, endemoniados. «“Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido”. Así recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios» (Mc 1, 38-39). Él va al encuentro para liberar y acercar a los hombres al Padre Bueno, proponiéndoles un camino que merece la pena porque lleva directamente al corazón de Dios, que siempre está desbordando de amor. Esta es la llamada que Jesús te hace, directa a tu corazón, para que superes la angustia del sepulcro y saliendo de esas oscuridades encuentres la luz verdadera que te permita vivir de primera mano la mayor historia de amor que puedes tener con el Señor. 

Déjate seducir por el Dios de la Vida y del Amor. Es un regalazo el poder experimentar que Dios, infinitamente superior, se fija en ti porque quiere amarte y llenarte de esperanza para que vivas en la plena felicidad, dándotelo todo y poniendo toda su Gracia a tu alcance para que lo vivas más profundamente. Esta es la gran suerte que tienes por el simple hecho de ser hijo de Dios. Escucha atentamente la llamada de Jesús para que tu corazón se rejuvenezca y puedas entregarte por entero a Él.