Muchas son las ocasiones en las que nos encontramos entre la espada y la pared. Incluso llega a parecer que no vemos ninguna salida por ningún lado vayamos por donde vayamos. La vida nos va poniendo pruebas en el camino que de alguna manera miden nuestra fe y la confianza que tenemos en Dios. Siempre en los momentos de dificultad y de incertidumbre tenemos la duda que nos martiriza y que hace que vayamos desconfiando de todo.
Si hay una manera de que nuestra fe crezca es con las dificultades, con esos momentos que no deseamos y que humanamente queremos que pasen rápidos, porque nos vemos en esa encrucijada de tener que elegir entre fiarnos de Dios y mantenernos firmes en nuestra postura o abandonarlo y dejarnos llevar por nuestros sentimientos y esquemas.
Si hay algo que apenas nos gusta es que no nos den explicaciones de lo que tenemos que hacer. Siempre necesitamos un motivo, una explicación del por qué tenemos que hacer las cosas, para hacerlas con agrado y si se puede disfrutar sacándole el mejor provecho a nuestro esfuerzo y a nuestro tiempo. Queremos y necesitamos saber con antelación lo que tenemos que hacer, para organizarnos y que dentro de nuestros esquemas mentales todo esté previsto y sepamos encontrar la motivación necesaria que nos permita dar lo mejor de nosotros mismos.





Cuántas veces nos hemos visto comprometidos por nuestras palabras, por aquello que hemos dicho y que luego no hemos hecho. Habitualmente decimos que somos esclavos de nuestras propias palabras, pues lo que hoy criticamos y juzgamos, mañana quizás estamos realizando aquello que hemos censurado.