Anhela tu conversión

Anhela tu conversión. Deja que en ti crezca el deseo de querer estar con el Señor, de pertenecerle. Ten claro que tu vida no te pertenece, le pertenece a Él porque quiere ayudarte a sobreponerte. Él te dice que no estás solo, que siempre está contigo. Ser de Dios es ponerte en sus manos, dejarte hacer en tu vida, escuchar todo lo que te tiene que decir, aceptar su voluntad, aunque tu mente no entienda nada, amar a los hermanos como él mismo Cristo lo ha hecho, dando la vida sin esperar nada a cambio. Dios siempre te está hablando, a través de los acontecimientos de cada día, de las personas que te rodean, en los pensamientos que se te pasan por la cabeza cada dos por tres, en lo que no entiendes y te revela, en lo que te ilusiona y te hace no escatimar esfuerzos para hacer realidad lo que deseas. Aunque las cosas no lleguen como tú quieres y en el momento que deseas, espera en el Señor que no defrauda. Todo llega a su tiempo y necesita su proceso de madurez, por eso ten paciencia y deja que el Señor actúe en ti. No le pongas trabas ni le digas lo que tiene que hacer, porque el Señor sabe muy bien lo que se hace y cuándo ha de actuar.

Anhelar tu conversión es mucho más que un deseo, pues proyectas un estilo de vida que te llevará a desear estar con Dios y servirle con todo tu corazón. Todo necesita un proceso, un camino que hay que recorrer paso a paso, con determinación, dejándote llevar por donde el Espíritu de Dios te sugiere. Es fácil resistirse a dejarse llevar, pues a veces la voluntad te puede y se antepone al Señor. No te resistas, anhela tu conversión y deja que Dios entre en tu corazón. Todo será distinto, algo comenzará a cambiar en tu interior casi sin darte cuenta, porque la tristeza se transformará en alegría, la desilusión en esperanza, el rencor se convertirá en amor y el desasosiego y la intranquilidad en paz interior. Así es como se comienza a convertirse, allanando el terreno y preparándolo para que Dios pueda acampar en él. 

Muchos son los regalos que el Señor nos hace. Para poder disfrutarlos hay que estar en sintonía, no basta con desearlo, el trabajo previo es imprescindible. Ponte manos a la obra, dónate al Señor, como Él lo ha hecho por ti. Que la actitud de tu corazón sea la de buscar al Señor en todo momento, mantenerte a su lado y no apartarte de Él, es así como verás continuamente todos los regalos que cada día Dios pone delante de ti. Un buen examen de conciencia y una buena confesión son las actitudes que te permitirán estar despierto, atento a lo que acontece en tu vida, sabiendo rectificar lo que sea necesario para que en tu vida Dios esté siempre presente y puedas saborear el día que Dios pone ante ti para que resuelvas tus tristezas, seques tus lágrimas, compartas lo que eres y tienes, ames a los que están a tu lado, pongas en práctica el Evangelio.

«Arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados; para que vengan tiempos de consuelo de parte de Dios, y envíe a Jesús, el Mesías que os estaba destinado, al que debe recibir el cielo hasta el tiempo de la restauración universal, de la que Dios habló desde antiguo por boca de sus santos profetas» (Hch 3, 19-21). La conversión no llega sin el arrepentimiento, sin el deseo de querer estar en paz con el Señor, porque así es como llega el consuelo por parte de Dios y cómo recibes a Jesucristo en tu vida. Así te alejarás del pecado y podrás servir al Señor con todo tu corazón, sin tenerlo fraccionado por nada. En tu oración pídele a Dios que te ayude a arrepentirte y a convertirte; que puedas descubrir la verdad que se revela en la Palabra de Dios; que tengas el valor suficiente para obedecerlo, aunque te encuentres solo, y los que te rodean no quieran estar con el Señor.

Si te dejas transformar por el Señor verás que todo es distinto, que con Él todo es más fácil y las situaciones difíciles de la vida se afrontan de otra manera en su presencia. Anhela tu conversión para que en todo momento estés con el Señor y nunca te apartes de Él.