Tiempo para tu plan de vida

El tiempo perdido no vuelve. Cuántas veces dejamos que pase el tiempo, perdiendo muchas oportunidades de hacer grandes cosas; por comodidad o pereza solemos dejarnos llevar y desaprovechamos muchos momentos de demostrarnos a nosotros mismos que con fuerza de voluntad y tesón somos capaces de hacer grandes cosas y de superarnos enormemente, cambiando inercias y haciendo realidad proyectos e ilusiones que parecen irrealizables en nuestra vida.

Dios nos ha regalado el tiempo para que lo administremos como mejor creamos, y cada uno lo invertimos en aquello que deseamos. Hay veces que los hombres dejamos que el tiempo se nos vaya de la mano, entretenidos en no hacer nada, “matando el tiempo” y esperando que llegue el momento para hacer algo. La pasividad llega a hacer grandes estragos en nuestra vida y refleja claramente que el plan de vida que tenemos no es el adecuado. Ser fiel a nuestro plan de vida es en primer lugar un compromiso con nosotros mismos, que nos ayuda a crecer y madurar, pero sobre todo a avanzar en el camino que nos hemos propuesto. Desde el ámbito de la fe y de la espiritualidad, todos necesitamos este plan de vida que nos sirva para marcar los espacios que dedicamos a cuidar y vivir nuestra vida interior, desde un encuentro profundo y sincero con Jesucristo. Y en segundo lugar, cuando lo revisamos y contrastamos con lo que estamos viviendo tenemos la oportunidad de seguir con ese camino de conversión continua al que estamos llamados. Necesitamos revisarnos continuamente para tener un proceso de fe maduro y serio, que nos ayude a seguir comprometiéndonos con la construcción del Reino de Dios.

Según la etapa de la vida en la que nos encontremos tendremos mayor o menor demanda del tiempo, mayor dedicación a nosotros mismos o a los demás; somos conscientes de que lo días son limitados porque tienen veinticuatro horas, y a veces se nos quedan cortas. Los quehaceres cotidianos, el activismo en el que nos vemos envueltos y el estrés que nos genera nos hace llegar a situaciones tales que no nos permiten saborear lo que hacemos y disfrutar, pues los días, las semanas se nos pasan volando, dejando un poso de insatisfacción, que muchas veces llega a cotas tan altas que nos sumergen en una desesperanza, sensación de vacío y de que la vida se nos está pasando sin disfrutarla y saborearla.

Dice Jesús en el Evangelio: «Mientras es de día tengo que hacer las obras del que me ha enviado: viene la noche y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo» (Jn 9, 4-5). Es importante saber qué es lo que tenemos que hacer y tener claro nuestro proyecto de vida. No podemos quedarnos solamente en cumplir a la perfección nuestras actividades, obligaciones, responsabilidades y ser buenos profesionales en nuestros trabajos; nuestro plan de vida nos  tiene que marcar el estilo con el que queremos viviry ayudar a dar un verdadero sentido cristiano a nuestro caminar, sabiéndonos poner en la presencia de Dios y dejando que sea el Señor quien vaya llenando cada uno de los momentos de nuestra existencia, para que así podamos ir haciendo realidad la Palabra de Dios en nuestra vida y construyendo en nuestro entorno el Reino que Jesús nos ha anunciado y que tiene como base nuestras familias y la comunidad cristiana a la que pertenecemos.

Necesitamos saber marcarnos los tiempos para ver cuándo tenemos que actuar y realizar lo que se nos ha encomendado, y sobre todo, saber cuándo tenemos que parar para saber dedicarle el tiempo que se merece a lo que realmente es importante en nuestra vida. Que el activismo no te lleve a descuidar tu vida de fe, especialmente tu relación con Dios. No la dejes para última hora del día, porque  el cansancio podrá contigo y al final te dormirás sin haberle dedicado un tiempo al Señor; un tiempo que te servirá para cuidarte tú, renovar tus esperanzas en el Señor y sobre todo alimentarte de Dios y de su Palabra, ante el desgaste al que la vida cotidiana nos somete. Hay tiempo para todo, que Dios ocupe el primer lugar para que así todo lo que hagas pueda irradiar alegría, paz y amor en quienes te rodean.