Tentaciones

Es difícil mantenerse firme ante la tentación. A veces es una heroicidad rechazarla, porque conlleva mucho esfuerzo y sacrificio no caer en las redes de lo mundano, inmediato y placentero. Son muchas las ocasiones en las que perdemos la batalla y no salimos airosos, pues el pecado se hace fuerte y trata de apartarnos definitivamente de Dios para que perdamos totalmente la fe y seamos pasto de la ausencia y vacío del Señor en nuestra vida. El pecado viene siempre precedido de la tentación. Quien evita la ocasión, evita el peligro, pues hay veces que los pecados hacen que nos sintamos bien, que queramos mantenernos en esta situación de pecado, porque nos supone una vida fácil y frívola que hace que disfrutemos del momento, como algo único e irrepetible, pero que rápidamente nos genera una insatisfacción tremenda, siendo conscientes de que este no es el camino. Los prejuicios son un lastre y una condición que nos predetermina, pues dependiendo de la vivencia que uno tenga así serán los frutos que somos daremos en el nombre de Señor.

Meditar diariamente la Palabra de Dios nos ayudará a mantener el norte en nuestro camino de fe y a ser firmes ante los envites del demonio que está acechando y esperando la ocasión de sorprendernos. Un corazón dócil al Evangelio nos hará más fuertes y luchadores, porque la vida de fe es un continuo combate entre los frutos de la carne y los del espíritu, entre lo mundano y lo divino. Ahí estamos precisamente cada uno buscando nuestro lugar en el mundo para construir el Reino de Dios. Elegidos por el Señor, que nos llama a cada uno por nuestro nombre, estamos llamados a servir, a entregarnos en todo lo que hacemos estando atentos a las encrucijadas que se nos presentan cada día para apartarnos del camino y sobretodo para que dejemos de hacer realidad con nuestro testimonio el proyecto que Dios tiene pensado para cada uno. 

Procura distinguir con claridad las voces que resuenan en tu interior, las llamadas que recibes al actuar y sobretodo la intención con la que realizas cada gesto que sale de tu corazón y cada palabra que sale de tu boca. Vela por tu vida de fe, porque con mucha sutileza entra en tu interior el demonio para mostrarte situaciones y realidades más apetecibles que la vida ascética de exigencia y sacrificio que hemos de vivir los cristianos, pues hemos de pasar por la puerta estrecha (cf Mt 7, 13-14) para llegar al encuentro con Dios. Un encuentro que da el verdadero sentido a nuestro caminar en la fe y que hemos de realizar siempre en Gracia de Dios. Una gran tentación que nos acecha siempre es la de nuestra autosuficiencia. Por nosotros solos no podemos llegar al Señor, necesitamos al Espíritu Santo que nos inspira para llegar a Dios.

Dice San Francisco de Sales que hay dos tipos de tentaciones: las mayores y las menores. Las tentaciones mayores son, por ejemplo, querer matar o robar alguien; las tentaciones menores son, por ejemplo, enfadarte con alguien o desear algo que tiene alguien y tu no. Con las grandes tentaciones hemos de luchar con todas nuestras fuerzas, para superarlas; con las pequeñas tentaciones basta con dejarlas pasar y que se vayan para que no nos aparten del Señor ni perdamos la paz.Dejar pasar las tentaciones a veces es complicado, si no la rechazas rápido comienza a hacerse fuerte en tu pensamiento, y a menudo suele convencerte para que actúes. Ten una vida fuerte de oración, para que seas capaz de dominar tu voluntad.  No pienses que todo es cosa de voluntad, porque engrandecemos nuestra confianza en nosotros mismos y podemos llegar a creernos capaces de todo sin ayuda de nadie; más bien la actitud es la de confiar en la Gracia de Dios que es más poderosa que nuestra propia voluntad, y dejarnos llevar y guiar por el Espíritu Santo. Entra en la paz del Señor para que toda tu vida dependa de Él y no de ti ni de tus fuerzas.