Entregarse a Dios

«Procura con toda diligencia presentarte ante Dios como digno de aprobación, como un obrero que no tiene de qué avergonzarse, que imparte con rectitud la palabra de la verdad» (2 Tim 2, 14). 

Es importante comenzar por examinar nuestras conductas, especialmente las que necesitan ser mejoradas y que nos adentran en la comunión con Dios y los demás. El Señor cada día pasa a nuestro lado y nos mira con cariño, así es como nos muestra lo bondadoso que es. Necesitas depurar tus intenciones a la hora de actuar, dedicando más tiempo y esfuerzos a las cosas de Dios, antes que a las del mundo. Las intenciones con las que actúas son las que tienen que moldear tu corazón y hacerlo imagen y semejanza de Dios, purificándote de las debilidades y faltas que puedas cometer. Las ofensas que hacemos a Dios y los hermanos han de ser desagraviadas con nuestros sacrificios, esfuerzos y renuncias, pues nos ayudan a interiorizar el poder llevar la propia cruz, pues, hay veces que no nos gusta y la rechazamos; pero al asumirla estamos creciendo en nuestra espiritualidad y dando grandes pasos en el discipulado de Jesús. Es la belleza del encuentro con Cristo, que hace que se disipen los miedos a lo desconocido, y podamos avanzar en nuestro camino ascético poniéndonos en las manos del Señor y estando abiertos al soplo del Espíritu, que nos lleva donde Él quiere, por caminos desconocidos, que nos permite experimentar la plenitud del encuentro liberador y transformador que Jesús ha venido a darnos.

No te busques a ti mismo, busca siempre el Rostro de Dios, para que así tu alma encuentre la paz. Cuida tu oración personal, que en tu encuentro con Jesús puedas sentirte renovado e invitado a descubrir nuevos caminos que te ayuden a enamorarte más de Jesucristo y sientas que verdaderamente merece la pena seguir sus pasos. Muchas son las cosas buenas que el Señor te regala y que te permiten realizarte, al poner en práctica el Evangelio. Ser consciente de ello y vivir momentos así, es un verdadero regalo, pues te das cuenta de lo grande que es el Señor y qué poco mereces tantos regalos y bendiciones como te concede. Entonces procurarás en todo momento no defraudar a Dios y no apartarte de su camino, tratando de vivir con fidelidad cada momento de tu vida, sabiendo que es la oportunidad que Él te está brindando para que le ofrezcas tus esfuerzos y todo pueda ser para su gloria y alabanza.

Hay sacrificios que realizas con agrado, sabiendo que son un bien para ti, otros en cambio, te cuestan trabajo de realizar, porque suponen un verdadero esfuerzo y tienes poca motivación para llevarlos a cabo. Ejercítate en las purificaciones que tienes a tu alcance, para vivir con más fuerza; para que no te cueste tanto trabajo entregarte a los demás por amor. El amor ha de ser el motor de tu vida, como lo fue el de Jesús. Un amor incondicional que trata a todos por igual y que lleva a la verdad plena, sin esconderse de nada y dando todo lo bueno que existe en el corazón. Servir a Dios en medio del mundo, significa tenerle presente en todo lo que realizas, buscando siempre la unión con Él y la vivencia de la fe, que es la máxima expresión de lo que crees y vives en tu propio interior. Quien somete su vida cristiana a una serie de obligaciones, al final termina quemado, sin deseo de avanzar. Dios quiere que vivas intensamente tu fe, para que todo en tu vida tenga sentido y constates que es Jesús quien te ha llamado a seguirle, y que el camino que estás recorriendo es el verdadero porque lo estás realizando desde la presencia de Dios. 

Comparte tu experiencia fe; que tu encuentro con Cristo te lleve a dar razón de lo que crees y vives, transmitiendo y entregando a los demás todo lo que Cristo ha hecho por ti, que es mucho. No te calles, no tengas miedo, lánzate al vacío sabiendo que vas a caer en los brazos del Padre, que nunca te deja ni abandona. Confía, como lo hizo María y ponla en tu vida como referente para imitarla, especialmente cuando no entiendas nada y veas que todo te supera. María es ejemplo de abandono y confianza en Dios. Imítala y sé luz para los que te rodean.