El camino de la dicha

Es difícil caminar contracorriente. A veces da la sensación que te encuentras solo en medio del desierto, desamparado y luchando con tus solas fuerzas contra los elementos que te rodean. Quienes te rodean pasan delante de ti, te miran y siguen su camino, sumergidos en su vida sin tender una mano ni mirarte a los ojos para percibir en tu mirada la ayuda deseada y que no llega. Hay proyectos, como el Evangelio, que lleva caminando más de dos mil años. Siempre ha llegado a todos los estratos de nuestro mundo, de la sociedad y se ha hecho presente en medio de todos los ambientes. Jesús lo dice en el Evangelio: «Muchos son los llamados y pocos los escogidos» (Mt 22, 14). Siempre han sido unos pocos, una minoría, los que han dado ese paso al frente, para seguir haciendo realidad el proyecto del Reino de Dios, que quiere llegar a todos los rincones del mundo. En muchas ocasiones se han encontrado con la incomprensión de quienes le rodeaban, incluso por la persecución, ya no solo porque se pueden convertir en amenaza al transformar la vida de las personas, sino que también son denuncia ante la falta de compromiso de otros y el inmovilismo en el que nos podemos llegar a situar, fruto del acomodamiento en el que nos encontramos.

Excusas y pretextos para darle al Señor, tenemos miles. De hecho, creo que justificarse con el Señor es lo más fácil y cómodo que podemos hacer. Con Él no pasamos vergüenza, no nos da apuro, no nos sonrojamos…, porque no hay que dar la cara. Basta con dejar de tenerlo presente en nuestra vida y dar prioridad a otras situaciones más inmediatas que ocupan nuestro tiempo y energías. Como nuestra conciencia no nos martiriza tanto, somos capaces de pasar mucho tiempo alejados de Dios, sin necesidad de tener que cuidar nuestra vida espiritual. Pensamos que sin ella somos capaces de vivir porque Dios no es necesario en nuestra vida, sin darnos cuenta del daño que nos hacemos a nosotros mismos.

La fe es necesaria para lograr avanzar contracorriente, para no desfallecer ante la dureza del desierto en el que te puedes encontrar. La fe te ayuda a llegar al Oasis de Dios y te permite descansar y renovar tus fuerzas y esperanzas. No dejes de creer, no dejes que el desaliento te quite la ilusión por hablar de Dios y compartirlo, aunque te sientas solo. Vivir el Evangelio, comprometer tu tiempo por el Señor no puede ser una carga. No compares tu tiempo dedicado a Dios con nada. No pienses que estás perdiendo tu tiempo para dedicártelo a ti mismo o a tu familia o a tus amigos. Este pensamiento es la tentación habitual que nos puede asaltar, porque el mundo quiere ser más fuerte que Dios, y es imposible; Dios es mucho más grande que el Universo entero. Son muchos los pensamientos negativos que pueden venir a tu mente cuando hablamos de compromiso, de entrega, de hacer lo que los demás no quieren porque alguien lo tiene que hacer.

La sociedad del bienestar se ha encargado de sumergirnos en su mundo, en su forma de vida, la de ir cada uno a lo suyo pensando en nuestro bienestar y el de los nuestros y olvidarnos de los demás. Por eso el entregarse a los demás siguiendo los pasos de Cristo cuesta más trabajo, porque no nos ofrece comodidades inmediatas, al contrario, es más cansancio, son más preocupaciones para tu vida. Y por desgracia muchas veces entramos en esta dinámica buscando ir a lo nuestro y no complicarnos la vida ni por nada ni por nadie. El evangelio es compromiso, compartir la fe, caminar con los demás, supone dar tu tiempo, entregar tu vida, cansarte por el otro.

Si quieres mantenerte firme en tu compromiso con el Señor, has de tener muy clara tu fe y tus opciones personales. Para que no te ocurra lo que pasó a muchos en la época de Jesús y en nuestros días: «Muchos de sus discípulos, al oírlo, dijeron: “Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?” Sabiendo Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: “¿Esto os escandaliza?”… Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con Él» (Jn 6, 60-61.66). No dejes que en tu vida entre la decepción, el cansancio, la duda…, y esto te aleje de Dios. No escatimes ningún esfuerzo al Señor. Este es el camino de la dicha, de la felicidad.