Contemplar a tu alrededor – Camino de Santiago (VII y VIII)

Quiero compartir con vosotros una hermosa experiencia que me ha llegado por whatsapp sobre el Camino de Santiago sobre el post del sábado. Gracias hermana de antemano por abrir tu corazón y compartir. El Señor te bendiga.

“Entiendo que la experiencia no tiene que ser del Camino sino de sufrir, sin embargo la mía es de sufrir en el camino.

Hice el Camino de Santiago desde Sarria con mi hijo, era pequeño, y la penúltima etapa, Arzua – Pedrouzo, él se sentía morir y yo no quería abandonar. Fue un momento de dureza: ¿abandonábamos? No era lo que yo quería enseñar a mi hijo.

¿No abandonaba? Entonces era una madre dura.

No sabía. El sol hiriendo. 

¡Mamá, mamá,mamá! 

Tenía que buscar una solución. Eran, ¿mis principios o mi ternura? ¿El dolor de mi hijo o un logro social o espiritual?

Habíamos jugado a buscar las flechas, después a seguir una mariposa. Le hablaba a mi hijo del doble lenguaje de las cosas, pero en él había dolor. 

Cogimos y nos fuimos en coche al hospedaje contratado. Al otro día mi hijo me pidió volver a donde habíamos abandonado. Retomamos el Camino desde ese punto y terminamos ese día lo que no habíamos acabado el día anterior. 

El avión lo teníamos contratado y fue un final bastante más duro. Pero ese era nuestro camino.”

Personalmente creo que no hay camino sin dificultades, porque todos tenemos siempre algo que no nos agrada del todo o que nos molesta. Lo importante es superarlo o retomar el camino en el punto donde lo dejaste. El Camino habla y la grandeza de cada persona, y su propia sensibilidad, hace que los retos se puedan conseguir antes o después. Todo llega en la vida y lo hermoso es conseguir tus retos y alcanzar poco a poco tus metas. Perseverar y terminar lo que empiezas son dos claves importantísimas. 

Las etapa de ayer y de hoy: Palas de Rei – Arzua y Arzua -Pedrouzo han sido bellas y llenas de paz y de ternura por el entorno que hemos atravesado. Invitaban a dar gloria a Dios por la naturaleza, y por cómo todo ha ido fluyendo después de las dificultades de los días anteriores. Ya no importan las molestias. Santiago está cada vez más cerca y la ilusión de llegar ayuda, y con creces, para aumentar la esperanza y el deseo de avanzar para llegar a los pies del apóstol. Haber podido concelebrar la Eucaristía dominical y ver cómo el Señor te ayuda a centrarte en lo fundamental. La Palabra de Dios ha sido preciosa, porque si algo aprendes en el Camino es, darte cuenta, de nuevo, de lo poco que necesitas para vivir y para ser feliz. Algo que se olvida fácilmente cuando te sumerges en la vorágine de la vida. Apartamos lo fundamental y rápidamente nos llenamos de cosas innecesarias, que hacen de muro y nos impiden ver más allá de lo material y superfluo. «¡Vanidad de vanidades; todo es vanidad! Lo que pasó volverá a pasar; lo que ocurrió volverá a ocurrir; nada hay nuevo bajo el sol». (Ecl 1, 2.9).

Nuestra historia se repite y lo que nos pasa a cada uno también. Somos unos ciudadanos más que tenemos que seguir sacando cada día lo mejor de nosotros mismos para hacer el mundo más entrañable. Es lo que hacemos en el Camino los peregrinos. Nos volvemos más solidarios, más pacientes, más amables. Tenemos más facilidad para hablar con personas que no conocemos y para la gran mayoría tenemos una buena palabra o un saludo: “¡Buen Camino!”, solemos decir o nos dicen. Y las sensaciones y vibraciones personales que percibimos hace que nos sintamos más llenos, más “parte de”…; te sientes identificado con el Camino y con la vida misma. Eres peregrino, con toda la fuerza que tiene la palabra, un enviado a vivir una experiencia y a compartirla dando siempre lo mejor de ti. Teniendo siempre clara tu meta, el lugar al que te diriges y las flechas y su color que tienes que seguir. Por eso retornarlo cuando lo dejas, cuando abandonas o simplemente te pierdes, es fácil. Vuelve sobre tus pasos y sigue la dirección que te marca la última flecha que viste. Esa flecha puede ser el Señor o un instrumento suyo que quiere acercarte a Él. No lo dudes, porque el Señor siempre está ahí, dispuesto a llenarte, a seguir dándote vida, y en abundancia, para que todo lo que hagas te ayude a ser feliz  a realizarte plenamente. 

Gracias a los peregrinos que me he encontrado en estos días y me han abierto su corazón y su vida. Gracias por escucharme también y haber dejado que abriese el mío. Gracias a l@s valientes que, a pesar de las dificultades no os habéis rendido ni abandonado (porque no estaba en riesgo vuestra salud), sois un ejemplo de superación, de fortaleza y de perseverar en lo que te propones. Que esto sea un ejemplo de cómo en la vida hay que actuar cuando llegan las dificultades y los “imposibles”. Para Dios nada hay imposible y con su ayuda todo se puede. 

Que el Señor te bendiga. Buen camino.