El regalo de Santiago – Camino de Santiago (IX)

Enorme última etapa la vivida entre Pedrouzo y Santiago de Compostela. Comenzó más temprano que de costumbre, con la idea de llegar a los pies de Santiago antes de mediodía y poder participar en la misa del peregrino en la Iglesia de San Francisco. La ilusión era grande, pero al comienzo de la etapa las sensaciones no eran buenas. Algo que me extrañó, porque el día anterior fue el mejor día que caminé. La presión de llegar, el no haber descansado todo lo que me gustaría… eran pensamientos que martilleaban mi cabeza y me agobiaban un poco, porque se escapaban de mi control. 

¿Cuántas veces lo que se nos escapa de nuestro control nos descoloca? No lo entendía y acababa de comenzar la etapa. Es cierto que en la vida nos pasa, pues hay días en que todo va sobre ruedas, y sin saber porqué, se tuercen y parece que todo nos sale al revés. También ocurre en la vida de fe, cuando pensamos que todo marcha perfectamente, uno se relaja y de repente te encuentras lejos, irreconocible ante el Señor. Son las cosas de la vida que nos hacen ser así, pobres seres humanos. 

Así son las tentaciones que vienen y van en nuestra cabeza, en nuestra mente. Tratan de aturdirnos para que la paz y felicidad que el Señor nos da, se vayan rápidamente de nuestro interior y así llevarnos al terreno de la infelicidad. Ante estos pensamientos y sensaciones repentinas que me asaltaban, me propuse no dejar que nada me impidiese disfrutar de estos últimos veinte kilómetros andando, y eché de mí todo el mal rollo que quería hacerse fuerte en mi interior. Y así fue. Comencé a recordar el inicio de este Camino, desde Ponferrada y lo que ha supuesto para mí. Los miedos y dudas con las que llegué y cómo paso a paso las he ido superando, dejando que el Camino de Santiago me fuera transformando y permitiéndome tener una experiencia espiritual maravillosa, reforzada cada día por la Eucaristía, y el regalo inesperado que el Señor me ha hecho de ayudar a Peregrinos a reconciliarse con Dios y ver cómo una vez más el Señor libera de sus culpas y pegados a quien arrepentido quiere volver a estar con Él. 

Así son las cosas del Camino, sorpresas tras sorpresas que te vas encontrando, y que en esta última etapa se han ido convirtiendo en oración, por ser un privilegiado y poder contemplar la acción de Dios en mi vida y a mi alrededor. La llegada al Monte do Gozo ha sido emotiva y llena de recuerdos. No solo por las distintas veces en las que he llegado haciendo el camino, sino por haber sido también testigo de cómo personas muy cercanas a mi, también veían cumplir su sueño después de haber tenido que abandonar también el Camino. (Al leer estas líneas sabrán quiénes son). Allí hicimos la parada en la capilla de San Marcos y comenzamos la bajada a Santiago, siempre con una sonrisa en la cara y con multitud de emociones y sentimientos que se iban haciendo más fuertes, cuanto más cerca estaba el Obradoiro.

Son muchas las personas que han pasado por mi mente: familia; amigos; personas con las que he hecho mis distintos caminos; personas que sé que llevan su cruz y lo están pasando mal; intenciones de oración que me han pedido de poner a los pies del Apóstol Santiago… y sobre todo la gran satisfacción de haberme reconciliado con el Camino, después de abandonarlo con anterioridad. Toda esta amalgama de recuerdos, pensamientos, intenciones y emociones han hecho que la llegada a la Plaza del Obradoiro, contemplando la belleza de la Catedral con su imponente fachada, presidida por el Apóstol Santiago, fuese el momento más íntimo y gozoso en este Camino de Santiago, no solo por la alegría de llegar, sino también por el corazón tan agradecido de haber constatado una vez más cómo el Señor va sanando, recomponiendo y ordenando mi vida y la de los demás y va completando poco a poco el puzzle de nuestra vida. Hay veces que somos un poco más impacientes, rebeldes y exigentes con el Señor, pero Él sabe perfectamente cómo tratarnos y darnos a cada uno lo que más nos conviene, según el momento que estemos atravesando. Yo lo he comprobado en estos días una vez más, y he sido conscientes de tantos lastres innecesarios que me impiden ser más libre. Con qué poco se puede vivir y de cuántas cosas nos llenamos para saciar nuestra sed de felicidad. En cambio, solo una cosa basta. Y cómo le dijo Jesús a Marta: «María se ha escogido la parte mejor, y no le será quitada» (Lc 10, 42). 

En Santiago, gran centro de peregrinación para los cristianos, también se está cerca de Dios, porque durante el Camino nos encontramos con Él, cuando el corazón va bien dispuesto, y porque cuando llegamos la Iglesia nos tiene preparado el mejor de los regalos: la Eucaristía. A Cristo por Santiago. 

Buen Camino por la Vida.