La sonrisa de Dios

A todos nos encanta ver a los nuestros sonreír, siendo felices con lo que están haciendo. Disfrutamos mucho cuando los vemos así. Nos gusta encontrarnos con personas afables, que te escuchan con dulzura y delicadeza, que te sonríen al encontrarse contigo y te transmiten alegría, porque su corazón y su interior la desborda. Reír nos transmite positividad, un buen sentido del humor que nos hace mirar la vida con optimismo, dando a cada cosa lo que merece y no dramatizando, para así evitar caer en la tristeza y perder la alegría.

Si echamos una mirada a nuestro alrededor cuando vamos por la calle o en cualquier transporte público podemos ver muchos rostros serios, tristes y angustiados de muchas personas, que por sus problemas personales y estados de ánimo reflejan la dureza de su vida, sumergidos en una tristeza, angustia e impotencia, que los convierten en víctimas del dolor y del sufrimiento. Hay veces que cuesta sonreír, porque nos vemos superados por las circunstancias, pero no podemos perder la esperanza, para que con lucha y tesón superemos las dificultades. La solidaridad y el apoyo de los que caminan a nuestro lado es fundamental, para avanzar y poder recuperar esa sonrisa en nuestra vida que nos permita mirar con ilusión y nuevos ojos el futuro que nos aguarda. El optimismo y la confianza en uno mismo tiene la capacidad de hacernos cambiar y superarnos interiormente, incluso cuando nadie apuesta por nosotros.

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Nunca pierdas la sonrisa

Todos conocemos personas que son un ejemplo por su manera de afrontar cada momento de su vida, tanto los buenos como los menos buenos. Nunca pierden la positividad y cuando te hablan de cómo se sienten lo hacen desde la realidad, porque son personas que no se engañan y tienen los pies en la tierra. Su manera de ser en ocasiones es envidiable porque nunca pierden la sonrisa en cada momento, incluso en los más difíciles. Las situaciones de la vida las han ido curtiendo y haciendo fuertes; muchas veces hemos podido ser testigos de sus duelos ante la dureza de la vida, vividos en el silencio y en el respeto, pero cercanos en el corazón y en el pensamiento, pues no queremos que nadie a nuestro lado lo pase mal; en otros momentos hemos podido compartir también las alegrías y la felicidad, vividas nuevamente desde la prudencia y el sosiego. Personas así son admirables por su saber estar, por su comprensión ante cada situación de la vida y por su capacidad de aceptar cada momento sabiendo mirar al futuro con esperanza y confiados en que algo bueno les va a traer y su sino va a cambiar.

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