Las armas de la fe

Bien sabemos que en la vida las cosas no son fáciles. Para conseguir lo que deseamos debemos luchar y ser constantes sino conseguimos lo que nos proponemos rápidamente. Hay veces que cuando pretendemos algo no usamos las mejores armas que están a nuestro alcance. Es importante que nos dejemos llevar por nuestra fe que pone a nuestro disposición una serie de armas espirituales que nos pueden ayudar a ser más coherentes y a que en nuestra vida interior pueda profundizar más en Dios.

La primera arma es la Palabra de Dios, que nos ayuda a dar sentido a nuestra vida. Es muy importante que la conozcamos de primera mano, que no nos cuente nadie de lo que habla y dice, sino que en primera persona cada uno la pueda interiorizar y hacer vida. Depende de cada uno el ponerla en práctica. Dios nos habla siempre y en todo momento a través de su Palabra y somos cada uno quienes debemos descubrir la voluntad de Dios. Dice la carta a los Hebreos: «La palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo; penetra hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos; juzga los deseos e intenciones del corazón» (Heb 4, 12). La Palabra de Dios es esa espada de doble filo que lo corta todo, porque quiere renovar nuestra vida y renunciar a tantos prejuicios de fe.

La segunda arma es la oración, que nos ayuda a entrar en contacto con Dios. No es necesario que estemos  todos los días iniciándonos, pero sí presentándole lo que somos y lo que hacemos por los demás. La oración es el cauce que tenemos para comunicarnos con Dios, hemos de mantenerlo bien limpio para que todo fluya de la mejor manera posible, sin recelos ni mentirás.

La tercera arma son los sacramentos. Repartidos por los distintos momentos y etapas de nuestra vida, estamos invitados a reconocer la presencia de Dios en medio de aquello que nos acontece. La oración siempre es vehículo y cauce de comunicación entre Dios y lo que vivimos y, tarde o temprano, seguimos dando la vida en vez de dar ese paso al frente que nos ayuda a ser mejores.

La cuarta arma es la fortaleza y verdad de nuestras conversaciones.Con nuestra lengua tenemos el poder para hacer mucho daño y para construir también. No podemos dejarnos llevar por los impulsos y por las apetencias del movimiento. En nuestro interior y viviendo la fortaleza y la verdad, tendremos cada día la oportunidad de darnos a conocer cuando damos razón de nuestra fe a quienes tenemos al lado.

La quinta arma es la actitud de agradecimiento y de alabanza por los dones que hemos recibo de Él; no te preocupes, pues es Dios quien nos habla a través de nuestros dones y al ponerlos en común los multiplicamos. La gracia de Dios hace posible el milagro del compartir y así es como junto a los hermanos somos capaces de alabar y bendecir a Dios por el gran regalo que nos hace cada día.

Utiliza las armas de fe que tienes a tu alcance para que tu corazón esté siempre despierto y atento. Déjate guiar por el Espíritu Santo para que siga sonando la música del amor de Dios a través de tu propia persona y de los dones que el Señor te ha regalado.