La verdad aunque duela

Hay veces que con tal que no nos pillen en un renuncio o no quedemos mal ante los demás, si es necesario contamos alguna que otra mentirijilla que nos saca del apuro y que nos hace quedar bien ante ellos. A todos nos gusta que piensen bien de nosotros y tengan buen concepto. Hoy en día, son muchas las marcas que hacen sus encuestas de valoración y satisfacción de la clientela y procuran que bajo ningún concepto en internet tengan una mala opinión y valoración sobre el servicio que han prestado. Siempre que quieras y te lo propongas tienes la oportunidad de cambiar esta inercia de la que cuesta trabajo salir y superar. Formar parte de la verdad te supone ser auténtico, no esquivarla, ser más exigente contigo mismo en todos los ámbitos y facetas de tu vida, no engañarte en ningún momento y ser sincero y honesto sin buscarte justificaciones personales. Formar parte de la verdad supone una coherencia importante en tu vida personal que te ayude a implicarte cada día más en caminar contracorriente y no dejarte llevar por las banalidades que nos rodean.

Así es como Jesús quiere a sus discípulos: totalmente libres. «Si permanecéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. Todo el que comente pecado es esclavo» (Jn 8, 31-32.34).Hemos de estar decididos a vivir en ese espíritu de libertad que nos ayude a caminar en la verdad de Dios. Y la Verdad es Dios. Hemos de estar siempre junto a Él porque queremos hacer nuestra su Palabra, el Evangelio. ¿Qué sería de nuestra vida sin el Evangelio? Estoy convencido que viviríamos de otra manera, más bien sin sentido y sin ideales que nos permitan llegar al corazón de los hermanos. El perdón y la misericordia no tendrían tanta fuerza en la vida del hombre, porque el mismo Cristo desde la Cruz nos enseña cómo participar de la Verdad, cuando dice las palabras que nos marcan el camino de la reconciliación: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen» (Lc 23, 34).La verdad nos hace libres porque en nuestro corazón dejan de existir los resquemores y reproches contra nadie. Somos capaces de perdonar y olvidar lo que nos han hecho y entonces es cuando empezamos a superar las dificultades y heridas que podemos tener hacia los hermanos.

Conocer y participar de la verdad significa que en nuestra mente también hemos sido capaces de asumir las vivencias que hemos tenido y que nos han podido marcar negativamente. Reconciliarse con nuestro pasado es un acto de libertad interior, porque nos permite pasar página y comenzar una nueva etapa distinta en nuestra vida. Marcados por el pasado, pero no esclavos de él. Quien vive en esta actitud de seguir caminando en libertad en su nueva vida ha aprendido de su propia historia personal y ha sido madurado interiormente, para sacar lo positivo y constructivo y no dejarse llevar por el pesimismo y el lastre pesado que supone el seguir haciendo presentes las malas experiencias y los encuentros dolorosos. «Que la paz de Cristo actúe de arbitro en vuestro corazón» (Col 3, 15). Deja que Cristo te llene de su paz. Que tu corazón esté en esa armonía y unidad para con Dios y los hermanos.

Hay veces que la verdad nos sacude interiormente;  la frase popular: “Las verdades ofenden” cobra toda su fuerza, cuando especialmente denuncia nuestras incoherencias, falsedades y dobleces. Quien nos quiere bien siempre nos va a decir la verdad aunque duela, porque desea lo mejor para nosotros. Como Dios nos ama con locura también nos lleva a la Verdad, cada día con su Palabra y con el Amor y la Misericordia. Si quieres amar, perdona; si quieres perdonar, ama. No vivas en el engaño, la verdad a veces es dura, pero necesaria porque sólo tiene un camino. Déjate llenar por Dios porque aunque haya cosas que no te gusten escuchar o no te vengan bien en este momento, Dios y los que te aman de verdad siempre van a querer lo mejor para ti y te llevarán a la verdad aunque duela.