Tiempo

Dios no tiene tiempo. El tiempo lo hemos inventado los hombres para organizarnos mejor y para dar valor a lo que hacemos. El tiempo muchas veces nos ata y nos esclaviza y hace que dediquemos nuestros esfuerzos a lo que creemos importante, según el momento que estamos viviendo. El tiempo creemos aprovecharlo, pero muchas veces lo malgastamos inútilmente en aquello que no nos beneficia nada para nuestra vida espiritual. Todos hemos escuchado más de una vez esa frase que dice: “El tiempo es oro”. Lo que es cierto es que lo que hagamos y dejemos que pase, sin haberlo aprovechado, disfrutado y valorado, ya no volverá. Porque la vida pasa y los momentos también. Piensa que cada momento que vives es irrepetible y que ya no volverá. No pierdas el tiempo y no dejes que te inunde la sensación de que has perdido el tiempo haciendo nada; es como dejar que tu vida vaya pasando sin aprender, madurar y enriquecerte nada. Que en tu fuero interno esté el que al menos has intentado cada cosa que te has propuesto, para que nunca te quedes con la sensación de que lo que has hecho es inservible. El tiempo no se recupera jamás. Por eso vívelo con intensidad como si fuese el primer y último momento de tu vida.

Dice la Palabra de Dios: «Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo: Tiempo de nacer, tiempo de morir; tiempo de plantar, tiempo de arrancar; tiempo de matar, tiempo de sanar; tiempo de destruir, tiempo de construir; tiempo de llorar, tiempo de reír; tiempo de hacer duelo, tiempo de bailar; tiempo de arrojar piedras, tiempo de recogerlas; tiempo de abrazar, tiempo de desprenderse; tiempo de buscar, tiempo de perder; tiempo de guardar, tiempo de arrojar; tiempo de rasgar, tiempo de coser; tiempo de callar, tiempo de hablar; tiempo de amar, tiempo de odiar; tiempo de guerra, tiempo de paz» (Ecl 3, 1-8). Tenemos tiempo para todo, y debemos de respetar los ritmos de la vida; pues hay veces que con las prisas con las que vivimos no saboreamos lo que hacemos y malgastamos muchas fuerzas y energías en lo que no merece la pena. No te adelantes a los acontecimientos, hay veces que nos agobiamos por lo que está por venir y nos olvidamos de disfrutar el buen momento del presente.

El presente es para saborearlo, disfrutarlo y que nos aproveche para nuestra santificación, pues es lo que nos permite acercarnos a Dios con lo que estamos realizando y viviendo. Si nos centramos en el futuro mientras estamos viviendo el presente, nos convertimos en meras máquinas que dejan de sentir y saborear la vida en su máxima expresión, que es en poner toda nuestra felicidad en aquello que estamos realizando. Para esto nos ha regalado Dios su Palabra, para que sea motivo de inspiración en nuestra vida y pongas todas tus fuerzas y tu ser en lo que haces.

 

Ten en cuenta que el tiempo de Dios no es como el nuestro. Para Dios todo pasa cuando tiene que pasar, no cuando nosotros queremos. Para Dios no hay buenos ni malos tiempos, esto lo establecemos nosotros, pues queremos que nuestro tiempo tenga valor y produzca, y si las cosas no vienen como nosotros queremos entonces entramos en la insatisfacción, infelicidad, desasosiego… que hacen que perdamos la paz. Como consecuencia llegamos a pensar que Dios se ha olvidado de nosotros y no nos damos cuenta de que Dios nos ama, que nos concede un tiempo de aprendizaje para que podamos conocerle y amarle más.

Que la fidelidad a Dios te ayude a mantenerte firme, a no abandonar a la primera de cambio, sino a que todo lo que Dios le ha dado a tu persona, lo hagas fructificar, sabiendo que Dios siempre tiene tiempo para ti. Como es tan grande, siempre te estará esperando para que tu corazón y el suyo se fundan en un abrazo de Amor Puro, que te santifica y acerca a Él. No le pongas a Dios hora, ni mires el reloj cuando estés rezando o celebrando la Eucaristía o cualquier sacramento. Deja que el Dueño del tiempo, te moldee a su imagen y semejanza, para que tu vida tenga sentido y llenes de amor corazones.